El sistema requiere inversión
La violencia en el sistema penitenciario se debe a que el Estado no está presente en las cárceles, es un Estado ausente.
El tema ha sido mal manejado y, además, tiene personas incompetentes que no le han dado ningún resultado.
Hay que invertir dinero para tener un sistema penitenciario fuerte, como el de Chile, con una gendarmería que forma guías, directores, canes antidrogas, personal administrativo, fuerza de reacción, de inteligencia, en fin.
Para ello es necesario una declaratoria de emergencia, no como la que fue decretada, sino exclusiva para dotar de recursos que permita implementar un sistema nuevo.
Esto permitirá tener el control de las cárceles con buena tecnología, capacitar a guías penitenciarios, llenar el déficit de 4.000 guías y devolver a su tarea de seguridad ciudadana a los 2.300 policías que ayudan en los centros de rehabilitación del país.
Al momento otro problema que tenemos es el haber convocado a las Fuerzas Armadas (FF.AA.) a que se conviertan en guías penitenciarios. Los militares son profesionales capacitados para el combate, para la seguridad interna y externa, no tienen la formación ni preparación para actuar en las cárceles.
Nada se saca poniendo mil soldados en el perímetro de la cárcel si no saben qué hacer aparte de una requisa de armas. Lo que las FF.AA. podrían ayudar es con aseguramiento de la guerra electrónica, esto es colocar inhibidores externos (bloqueadores de aparatos de comunicación) en los centros de rehabilitación que estén a cargo de los militares quienes nos garanticen que a cada cárcel no entre ni salga una sola llamada telefónica. Eso es posible, se instala en cuatro días, a un costo de $ 5 millones en total para todas las cárceles y con ello evitamos la comunicación, porque a pesar de que es prohibido el uso de celulares los internos los tienen y desde adentro se comunican a otros lados, dan órdenes, hacen pedidos, planifican cosas, etc. Al cortarles la comunicación garantizamos seguridad.
Asimismo, las armas no entran por parte de los familiares, hay malos funcionarios, directores, guías, policías y son los que las meten en los camiones de comida y en sus pertenencias. Las armas ingresan cuando se hacen las requisas. Allí entran 300 o 400 hombres para requisar y nadie los vigila, eso es un peligro. (O)