El mestizaje lingüístico
La migración es, sin duda, un tema cuya complejidad depende de muchos factores, por lo cual su análisis y estudio está continuamente en evolución, a la par con los cambios que este fenómeno global impone.
La masiva migración ecuatoriana de las últimas décadas se enmarca en este movimiento global. Mucho se ha escrito y hablado sobre sus causas y consecuencias, evidenciando casi siempre los factores económicos, normativos o políticos que conlleva y generalmente no se tocan otros aspectos que son igualmente importantes, ya que se refieren a la vivencia. Por ejemplo, es interesante ver cómo se produce una contaminación intercultural progresiva y natural, que poco a poco influye en el proyecto migratorio del migrante y lo va convirtiendo en un proyecto de vida. En este proceso, seguramente el mestizaje improvisado del idioma del migrante con el idioma nativo, produce un “mix” de palabras y frases, que los migrantes inventan para intentar comunicarse en la nueva sociedad que les acoge. El resultado de esto son nuevas palabras híbridas, que técnicamente vienen llamadas “pidin”, o al itañol, una mezcla improvisada del italiano y el español. Esta “nueva lengua” debería tener un puesto relevante porque forma parte de la historia migratoria ecuatoriana y latinoamericana en Italia.
Ha sido muy divertido constatar cómo algunas palabras italianas venían “españolizadas”, a otras se les aumentaba la “s”, como por ejemplo: bambini (niños en italiano) se convertía en “bambinos”, nonni (abuelos en italiano) venía modificada en “nonos”. Pero lo más gracioso es cuando, por la similitud de escritura de algunas palabras italianas y españolas, se les asume con el mismo significado, cuando tienen una concepción muy diferente. Eso ha creado confusiones humorísticas, por ejemplo, la palabra “burro” que en italiano significa mantequilla, no animal. De esto nació un chiste popular: una ecuatoriana trabajaba en la casa de una familia de campo y cuando le pidieron el burro, ella llevó a su sorprendido esposo. (O) et