El Capitolio en llamas
En estos tiempos de piromanía política, poco faltó para que en el Día de Reyes, los fanáticos de Trump lleguen a reducir el Capitolio en cenizas. Si esto no sucedió el pasado 6 de enero, el incendio del Capitolio se dio hace 207 años. Veamos que nos dice la historia.
Corría el año 1812, cuando las relaciones entre los Estados Unidos y Gran Bretaña entraban en serias fricciones, debido que las hostilidades entre franceses y británicos impedían el flujo comercial entre Norteamérica y Europa, tomando en cuenta que los Estados Unidos era un país neutral. Por otro lado, las reclutas forzadas de marinos mercantes y el apresamiento de barcos estadounidenses por parte de la Royal Navy, hizo que un grupo de representantes del Partido Republicano presione a la Cámara de Representantes y al Senado para que se declare la guerra contra Fran Bretaña. En efecto, la guerra fue declarada el 18 de junio de 1812, con la firma del presidente James Madison.
Los primeros enfrentamientos, llevados a cabo en territorio estadounidense y parte de las posesiones británicas en Canadá, fueron favorables para los americanos, por el mismo hecho de que éstos invadieron –intencionalmente- las tierras de su vecino país del norte. Pero esta suerte duró apenas dos años, ya que con el declive del ejército de Napoleón y su posterior derrota, los británicos reforzaron las tropas que peleaban al otro lado del Atlántico. Tan bien les fue en esta campaña bélica, que los británicos triunfaron en la batalla de Bladensburg, en agosto de 1814, logrando la toma de Washington DC y la huida del presidente Madison. Pese a todo, los británicos no alcanzaron el triunfo total, dado el espíritu de lucha de las tropas estadounidenses comandadas por el general Andrew Jackson. Meses más tarde la guerra llegó a su fin con el Tratado de Gante, sin que se haya declarado ninguna modificación en las fronteras, nada más que el respeto de los británicos a la independencia de los Estados Unidos. Dicho de otra forma, esta fue una guerra intrascendente.
Pero vamos al incendio. Con la victoria británica en la batalla de Bladensburg y la toma de Washington DC (Distrito de Columbia), el 24 de agosto de 1814 los soldados del general Robert Ross emplearon la consigna de tierra quemada. Pero antes de prender fuego a los principales edificios gubernamentales y recintos militares, el saqueo fue la primera operación de las tropas británicas.
Por su valor estético y sede del Congreso de los Estados Unidos, el primer edificio en ser devorado por las llamas fue el Capitolio, edificio inaugurado en el año 1800, de estilo arquitectónico neoclásico del siglo XIX y de alta carga simbólica para la nación. El flagelo inició en el ala sur, donde se ubica la Cámara de Representantes, luego pasó al ala norte, al Senado. Avivó el fuego la colección de los 3.000 volúmenes de la Biblioteca del Congreso. Quemado el Capitolio, las tropas británicas continuaron el incendio de Washington con la Casa Blanca, en esos tiempos llamada Mansión Presidencial, terminando con otros edificios de menor calibre político.
Si los fanáticos de Trump; que, con el asalto y saqueo al Capitolio, encendieron una estela de indignación y repudio en todo el mundo… ¿Cómo sería ver en 1814 este edificio emblemático reducido a cenizas, a raíz de una guerra sin sentido?