El aumento de migrantes en Italia
Después de 15 años de la llamada ‘inmigración salvaje’ podemos decir, sin lugar a dudas, que el racismo en Italia no es un fenómeno circunstancial, sino en crecimiento. Hemos comprobado que, incluso las franjas de población que al inicio observaban con simpatía a los nuevos llegados, ahora comienzan a mostrar una especie de fastidio acumulado en el tiempo que tarde o temprano dará lugar a episodios racistas.
En una sociedad posindustrial y europea compleja, como la italiana de hoy, las tradicionales clases sociales se han fragmentado y las nuevas comunidades que se han formado, fuertemente autorreferenciales, desarrollan y viven el conflicto desde diferentes posiciones.
La parte de población con menores recursos vive el fenómeno migratorio como una amenaza para sus derechos adquiridos. Esta entiende que debe compartir casa, trabajo y recursos en una economía deprimida, que tiende a sustituir la mano de obra humana con sistemas de máquinas inteligentes.
La clase media, que puede acceder a las universidades, mira con aprensión a los hijos de los migrantes que estudia, aunque muchas veces no tienen ganas de hacerlo.
La realidad de todos estos componentes sociales provoca una sensación de miedo brutal. Un miedo que ha sido moderado solo en parte por siglos de civilización europea y cristiana.
A estas razones económicas y sociales debemos agregar otras como la psicológica. Las vicisitudes históricas han dado a las poblaciones europeas blancas un sentimiento de superioridad, aunque este permanezca oculto y salga a la luz cuando hay crisis como el desembarco de cientos y miles de extranjeros africanos en la isla de Lampedusa-Sicilia, al sur de la península itálica. Esa es una de las puertas de entrada a la Unión Europea. En el 2017 ingresaron 109.000 migrantes y refugiados, según la cifras de las autoridades italianas.
Todos estos elementos se suman y originan un cóctel mortífero que es el racismo, es decir, la discriminación y persecución a otros grupos étnicos.
La xenofobia es un crimen contra la humanidad, pero también quien evita analizar y gobernar las causas que la provocan, es igualmente criminal. (O)