Una distopía americana
Una película, Los últimos días del crimen (2020) del francés Oliver Megaton, accesible en streaming, representa lo que sería la distopía americana en tiempo presente.
Basada en la novela gráfica homónima de Rick Remember, oscura y decadentista, Los últimos días del crimen nos pone en medio un Estados Unidos tomado por la delincuencia. Allí el Gobierno y la Policía tratan de implementar un sistema de emisión de ondas sonoras destructoras del sistema nervioso con el fin de frenar la convulsión social. Es en este escenario donde vemos a un criminal que, por venganza, además, se unirá a un robo.
Hay que decir de inicio que Los últimos días del crimen es predecible, esquemática y recargada de hechos estereotipados, queriendo reproducir el tono irónico o burlesco de la novela gráfica de origen y de cómics contemporáneos. En el intento de lograr un personaje escéptico y de oponerlo con otro grotesco, Megaton elabora un filme donde importan el desborde de la violencia y el manejo eficiente de los efectos especiales. Pero ¿con eso basta para hacer cine?
Pese a lo dicho, sin embargo, habría que detenerse en ese mundo distópico representado que era propio de la ciencia ficción futurista. En este caso, para Megaton el mundo actual está degradado, las calles son inseguras y se sospecha del ciudadano, considerado un terrorista o un criminal. Este mismo esquema ya estaba en un anterior filme suyo, La colombiana (2011), donde la urbe era un basural donde los personajes trataban de escapar de la mafia. En Los últimos días del crimen la ciudad es un nido de ratas propicio para el auge de la delincuencia. Y es ahí donde Megaton insinúa: si hay una ciudad delincuencial, el entorno policial y gubernamental –y un sector acomodado– que están en “peligro”, deberían desarrollar una tecnología repelente.
La película curiosamente se la estrena cuando en Estados Unidos hay una convulsión social por la muerte de George Floyd en manos de la Policía. Tal hecho refuerza la significación fascistoide de Los últimos días del crimen, porque por más espectáculo que sea, Megaton y los productores estarían sugiriendo la constitución efectiva de la distopía real: para frenar la agitación, la militarización no basta, sino también un sistema electrónico que, vía chips, elimine al poblador de la calle, es decir, el posible terrorista. En este marco, la película asquea por su connotación oculta.(O)