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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Diminutivos macabros

Diminutivos macabros
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En la comunicación oral de nuestros pueblos andinos, a menudo se menciona los diminutivos como expresión de cariño, resignación, adulo, ruego, subordinación. Pero en boca de otros, que por cierto no son andinos pero que manejan el destino de sus pueblos, escuchar unos diminutivos como “fonditos”, “brisita” o “gripecita”, suena como burla, desprecio, ironía y cierta soberbia disfrazada de bondad.

1.- “Fonditos”. Al amparo de la Ley de Responsabilidad Fiscal, en el año 2002, gobierno de Gustavo Noboa, fue creado el Fondo de Estabilización, Inversión Social y Productiva y Reducción del Endeudamiento Público, Feirep, que no era otra cosa que un fondo de contingencia destinado a bajar el precio de la deuda pública, apoyar los sistemas de educación y salud y enfrentar cualquier tipo de emergencia. Este era un fondo real que se fue multiplicando en los años subsiguientes, dado que se percibía un aumento en los ingresos del petróleo, gracias a que en ese año fue creado el Oleoducto de Crudos Pesados, más conocido como OCP.

El Feirep, que fue creado en 2002, en el año 2005 fue reformado y en el 2008 fue eliminado, a cambio de la Ley Orgánica para la Recuperación del Uso de los Recursos Petroleros del Estado y Racionalización Administrativa de los Procesos de Endeudamiento, Ley que fue aprobada en la Asamblea Constituyente, bajo consideración del expresidente Correa, al decir que “el Feirep no tiene sentido técnico, ni ético”, por lo que “el mejor ahorro es la inversión”. Así, estos “fonditos” –diminutivo macabro-, fueron a parar en el Presupuesto General del Estado, donde se diluyeron. De haber conservado los “fonditos”, estos tiempos de pandemia serían tiempos de tranquilidad, certidumbre y confianza en el destino. Pero la realidad ecuatoriana es un panorama de pobreza, un futuro gris y una deuda externa cada vez más inflada.

2.- “Brisita”. En la historia de las protestas sociales ecuatorianas nunca se habían juntado el vandalismo, el caos, el terrorismo y la violencia. En octubre de 2019 sí. El terrorismo fue tal, que los “infiltrados”: incendiaron tres edificios de la Contraloría; atacaron a Teleamazonas, canal de televisión “elegido” para la destrucción y quema de vehículos; lanzaron bombas molotov al diario El Comercio, incendiaron dos tanquetas Urutú del Ejército e intentaron ingresar por la fuerza a un cuartel en el sector de La Balvina. Analizando estos hechos, se nota claramente el éxito de las misiones encomendada a los “infiltrados”, a tal punto que desde Venezuela, el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, dijo que era apenas una “brisita bolivariana” lo que pasaba en Ecuador. Entonces, si así es una “brisita”, ¿qué pasará cuando venga a nuestro país el viento bolivariano o el huracán revolucionario?

3.- “Gripecita”. Durante los primeros meses de 2020, cuando el coronavirus se expandía desenfrenadamente por el mundo, la mayoría de países tomaron medidas preventivas y correctivas para proteger a su población, en vista de que la noticia de contagios y muertes era algo real, tangible y a la vez catastrófico. Se podría decir que los presidentes se erizaron del miedo y procedieron a tomar políticas públicas de cuidado y salvaguarda. Pero ante esta amenaza colectiva, siempre hubo uno que otro presidente que subestimó el virus, y esto ocasionó –y lo sigue ocasionando- un número impensable de muertos y contagiados. Para no irnos muy lejos veamos el caso de Brasil, donde su máximo líder, el exmilitar Jair Messias Bolsonaro, denominó a la covid-19 como una “gripecita”, pues a este presidente le molestaba –y aún le sigue molestando- que le notifiquen las estadísticas de muertos y contagiados de su país, incluso una vez tuvo una respuesta inesperada: “yo no soy sepulturero”. Allá la “gripecita” ya tiene a su favor cientos de miles de muertos y millones de contagiados.

“Fonditos”, “brisita, “gripecita”. Diminutivos macabros que dicen mucho de su desprecio y que nada han hecho por salvar vidas, controlar mercenarios o manejar bien los presupuestos estatales. Muerte, pobreza, terror… Nada más. (O) 

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