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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Después de 50 años, los partidos tradicionales no gobernarán Francia

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Este domingo Francia elige a su nuevo presidente de la República. Emmanuel Macron, del movimiento centrista En Marcha; y Marine Le Pen, del partido de extrema derecha Frente Nacional, disputarán esta segunda vuelta en la cual tanto el futuro de Francia como el de la Unión Europea están en juego.

Si bien Macron parte como el favorito tras haber ganado la primera vuelta del 23 de abril con 24,01% de los sufragios, Le Pen, que obtuvo 21,3% de los votos, confía en poder revertir la tendencia y gobernar la sexta potencia económica mundial hasta 2022. Cualquiera que sea el ganador, estas elecciones ya han marcado un hito en la historia política de este país. Por primera vez, ninguno de los dos partidos tradicionales que han gobernado los últimos 50 años lograron llegar a segunda vuelta. Benoit Hamon, del Partido Socialista, y François Fillon, del partido de derecha Los Republicanos, salieron derrotados y barridos del escenario político. El revés para Hamon se avizoraba semanas antes de la primera vuelta. El inicio de campaña era positivo tras haberse impuesto en enero en las elecciones primarias frente al ex primer ministro Manuel Valls, gracias a un discurso de ruptura con la línea del extremadamente impopular presidente François Hollande. Sin embargo, semanas después el escenario se le fue cuesta arriba al candidato socialista cuando los miembros de su propio partido prefirieron apoyar a Macron.

Su aspiración presidencial se debilitó aún más cuando el candidato de la izquierda radical Jean-Luc Mélenchon lo rebasó en las encuestas. Los votantes de izquierda migraron masivamente hacia Mélenchon que a pesar de ser una figura polémica y sin partido logró quedar en cuarta posición con un importante 19,58%. La candidatura de Hamon se desplomó al punto de obtener apenas 6,36%, resultado humillante tanto para él como para el Partido Socialista que deberá reestructurarse para volver a aparecer como una opción atractiva tras cinco años de descomposición. El otro gran perdedor fue el derechista François Fillon que meses antes aparecía como el favorito para convertirse en el nuevo presidente francés. Fillon, ex primer ministro de Nicolás Sarkozy, ganó las primarias de su partido en noviembre 2016 con una amplia ventaja, gracias a su propuesta socialmente conservadora y económicamente ultraliberal.

La campaña que debía ser solo una formalidad terminó convirtiéndose en una infernal travesía por el desierto. En febrero, las publicaciones del periódico satírico Le Canard Enchainé sacaban a la luz el escándalo de que había contratado a su esposa e hijos como sus asesores parlamentarios sin que hayan realizado dicho trabajo. Cuando la justicia se encargó de abrir las investigaciones sobre los sueldos injustificados a sus familiares, el tema ya se había vuelto una bomba mediática. Las deserciones en su equipo de campaña se acumularon y los abucheos en sus recorridos hicieron que su candidatura se derrumbara. Basándose en una retórica de ser el único candidato que aseguraría la alternancia en el poder y atacando a la prensa y al sistema judicial intentó recobrar el impulso perdido. En el día de la primera vuelta electoral sus opciones de llegar a la presidencia se desvanecieron: obtuvo el 20% de los votos y quedó en tercer lugar. (O)

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