Este 11 de marzo la presidenta Bachelet entregará su cargo a Sebastián Piñera y muchos miraremos la pantalla pensando que esto ya lo hemos vivido, el déjà vu, pero no es exactamente el mismo gesto. Han pasado ocho años y estos se han ido marcando en los rostros de los protagonistas. Cicatrices políticas, culturales y personales nos marcan profundamente como nación.

A pesar de los logros del gobierno de Bachelet (aborto en 3 causales, gratuidad universitaria para los más pobres y el cambio de la elección binominal por una proporcional), la balanza se inclina como siempre del lado de los poderosos. En estos ocho años han salido a la luz pública los peores casos de corrupción institucional. Las altas esferas de los pilares del Estado han ido cayendo una tras otra. El detalle que abrió la caja de Pandora fue una investigación judicial por un posible fraude tributario: el caso Penta.

Este condujo al caso SQM sobre cómo grandes sumas de dinero eran canceladas a familiares, asesores o a los mismos políticos, ministros, senadores, diputados que aparecían en las listas filtradas por la Fiscalía. No importaba el color político, los financiaban a todos por igual. Chile es un país muy insólito donde las apariencias son más importantes que la verdad, y ni qué decir de la justicia.

Casi 100 políticos han sido investigados, pero ninguno va ir a la cárcel ni han perdido sus beneficios y regalías. Los fiscales que empezaron estas causas fueron remplazados por otros y el Fiscal dice que todo está prescrito porque ya pasaron cinco años de los hechos y solo son “infracciones tributarias”.

La red de corrupción más grande de la política y el empresariado chileno quedan en nada. A las empresas les cobran una multa, los políticos regresan a sus escaños y los ciudadanos quedamos con sabor amargo porque hay una justicia para ricos y otra para el resto. A lo anterior sumemos el Milicogate y el Pacogate, los altos mandos del Ejército y de Carabineros involucrados en redes de corrupción, nuevamente nadie preso y cientos de millones de dólares desaparecieron.

El déjà vu es que esto ya lo he vivido antes con una paradójica sensación de familiaridad y extrañeza a la vez. Pero no existe un concepto para este déjà vu que continúa día a día como si viviéramos en esa presagiosa película llamada El día de la marmota en la que el protagonista se levantaba a vivir el mismo día todos los días de su vida. (O)

Rodrigo Iván Sepúlveda
Cineasta, actor y poeta chileno