De salvador de la patria a sentenciado
“La ley es para todos”. La frase preferida por Leandro Paulsen, uno de los tres jueces de la 8ª Clase del Tribunal Regional Federal de la 4ª Región (TRF-4), es una alerta a la elite política brasileña. Nadie está por encima de la ley. Ni siquiera el expresidente, Luiz Inácio Lula da Silva, condenado a 12 años y un mes de prisión por corrupción y lavado de dinero en el proceso del apartamento tríplex, en el Guarujá, ciudad costera del Estado de Sao Paulo.
Los contratistas y empresarios amigos se hicieron aún más ricos usando dinero de las arcas públicas. Dinero que podría haber sido invertido en salud, educación, seguridad y saneamiento básico. El “salvador de la patria” no salvó a su propio país. Hoy Brasil tiene 50 millones de pobres, hay 12,740 millones de desempleados, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. En el 2016 se registró el mayor número de muertes violentas: 61.619 víctimas, ese número equivale a 168 muertes por día, siete por hora. El milagro Lula nunca existió.
El expresidente, que se autoproclama la persona más honesta del país y que llegó a compararse con Jesucristo, vendió su alma a los contratistas del país. Aceptó “regalos” a cambio de favores y se burló de la ingenuidad de su pueblo. Miente y sigue mintiendo.
Para los que condenan la “crucifixión” del exmandatario, que gobernó el país de 2003 a 2010 tiene otros ocho procesos, seis de los cuales están en juicio y dos en la fase de denuncia. Las acusaciones van desde propina, lavado de dinero, tráfico de influencias, corrupción, organización criminal, hasta obstrucción de la justicia.
El 24 de enero de 2018 será recordado no solo como el día en que un expresidente fue sentenciado culpable, sino una fecha donde la justicia brasileña juzgó con imparcialidad a un ciudadano común. Lula y sus aliados continúan defendiendo su inocencia y prometen que él será candidato a la presidencia este año, aunque se ha vuelto inelegible para cargos públicos, según la Ley de la Ficha Limpia. La lección que nos queda, sin embargo, es una sola: el personaje Lula murió. El ciudadano Luiz Inácio da Silva debe responder y pagar por sus actos de corrupción, aunque haya sido el 35º Presidente de la República Federativa del Brasil. (O)