Cuenca mira hacia el futuro
Cuenca vivió durante varios siglos en el aislamiento. La zona austral tiene otra fisonomía, muy distinta de la del centro y norte del país.
El gran dique del nudo del Azuay fue siempre un poderoso elemento de bloqueo para las comunicaciones. Además, hacia la Costa le impedían el paso las montañas de la cordillera andina. Cuenca fue siempre una cuenca, es decir un territorio encerrado entre las montañas, el valle de Tomebamba y antes, el de Guapdondélig.
Estas características que pudieran ser entendidas como factores negativos, para los cuencanos fue un motivo de impulso para crecer, en una especie de desarrollo endógeno, promovido por sus propios recursos y con muy poca ayuda de los estratos centrales del poder.
Recién hacia los años 40 del siglo XX llega una aceptable carretera a Cuenca. El tren de Alfaro se detuvo en el Tambo y solo arribó a la ciudad hacia 1966, cuando este medio de transporte había dejado de ser útil.
Cuando decimos que Cuenca tiene su propia fisonomía, nos referimos a sus diferencias sustanciales. Pasado el nudo del Azuay todo cambia, cambia la comida (los cuencanos comen mucho mote), el vestuario, cambia la entonación del español. Sí, los otros compatriotas dicen que el cuencano canta y eso se debe a que todavía está vivo el influjo de la lengua cañari.
Y más tarde, junto a lo cañari, vino también el influjo quichua.
A principios del siglo XX, las primeras manifestaciones del comercio (cascarilla, sombreros de paja toquilla) promueven el crecimiento de Cuenca y la ciudad se afrancesa en algunos de sus edificios y en los menajes de algunas casas.
Cuenca crece, guiada por la honradez y el cuidado de quienes han desempeñado la función pública en la provincia.
Cuenca ha crecido y se proyecta; pero todavía se pueden sentir, en ciertos momentos, los estragos del centralismo y el abandono.
El transporte aeronáutico es un claro ejemplo; el sistema de carreteras es otro caso palpable. Pero Cuenca lucha, emprende, crece y no solo que crece, sino que se embellece pensando en esa especie de ventaja que le dan los 4 ríos y un paisaje sin igual. Y el cuencano camina por las calles de piedra y cuando habla, canta, porque está en su natural admirar la belleza y sentirla cerca de su corazón y de sus actividades.
Y Cuenca crece; pero le llegan también los graves problemas del tráfico. En la ciudad hay un exceso de vehículos. Y en el horizonte espera el tranvía. Todavía no se avizora si contribuirá con solucionar, en parte, por lo menos, los problemas viales.
Y Cuenca practica deportes y disciplinas y da campeones y grandes atletas. Y Cuenca fue, es y será tierra de artistas, de poetas.
¿Y quién no puede sentirse poeta en medio de un paisaje deslumbrante, junto al barranco y escuchando el discurso diario del río? (O)