Copaternalidad, ¿un derecho invisible?
La Declaración de los Derechos del Niño garantiza en su punto seis que el menor tiene derecho a “crecer al amparo y bajo la responsabilidad de sus padres”. Este principio es confirmado por la mayoría de naciones del planeta, incluyendo Ecuador.
En efecto, nuestra Constitución se hace eco de ello en el artículo 83, numeral 16, cuando establece que “cuidar a las hijas e hijos es corresponsabilidad de madres y padres en igual proporción”. Así pues, mientras la corresponsabilidad parental es una obligación de los adultos, la copaternalidad es un derecho de los niños.
La evidencia científica confirma que el vínculo con ambos progenitores es esencial para la vida psíquica del niño. Robert Bauserman elaboró un metaanálisis, en 2016, basado en una enorme cantidad de investigaciones, y en un número imponente de indicadores, para la American Psychological Association. Él concluyó que la salud mental de los niños es protegida cuando mantienen contacto permanente con ambos padres, aunque se hayan separado.
En lo que respecta a las temáticas de género, la corresponsabilidad siempre ha sido uno de los elementos más importantes para combatir la inequidad, entre hombres y mujeres, relacionada con las labores domésticas y la división sexual del trabajo. En efecto, en los países donde los movimientos feministas son más potentes (por ejemplo, EE.UU., Alemania, Suecia, Canadá) se han garantizado leyes que establecen procesos de copaternalidad, dispuestos por la Corte.
No solo que la copaternalidad es uno de los derechos del niño y una opción real para combatir el machismo y la inequidad entre los sexos, sino que la evidencia científica confirma una y otra vez su relevancia para la vida emocional de los hijos.
En este contexto no deja de llamar la atención el repentino aparecimiento de discursos conservadores y poco conocedores del tema, que se oponen de modo acrítico a una condición que es demandada por la mayor parte de la sociedad.
Informémonos de manera adecuada sobre las necesidades reales de los niños y adolescentes, accedamos a la información generada por profesionales de todas las áreas que se han ocupado de estos importantes asuntos. Nuestros hijos merecen un debate responsable, informado y real, más allá de las ideologías. Elevemos el nivel de debate. (O)
Andrés Lemos
Docente de Ciencias Sociales de la U. Central