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Ecuador, 25 de Noviembre de 2024
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El Telégrafo
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Clarice Lispector: La hora de la estrella

Clarice Lispector (1920-1977) es una escritora brasileña de origen judío. Su obra abarca el cuento y la novela, y en menor grado la crónica, la literatura infantil y la poesía. Es parte de la generación de escritores brasileños de los 40, aunque su estilo es diverso e inclasificable. La hora de la estrella es su última novela, regida por un tono lúdico que exige cuidado para interpretarla.

La reflexión central de la novela gira alrededor del proceso de escritura, de la dificultad de la creación, del problema del lugar de enunciación que afronta todo escritor: ¿cómo escribo aquello que no soy? Estas reflexiones, realizadas entre paréntesis, interrumpen la anécdota constantemente y muchas veces la desbordan.

Una de las pistas que puede guiarnos en la lectura de esta novela es su carga sonora. El narrador ha dicho que un redoble presidirá la gran introducción y se terminará en cuanto empiece la obra.

Asimismo, al final de la novela aparece un violinista que ofrece un fondo musical melancólico, a la que le sigue el silencio y la lluvia que cae.

Si el narrador logra transitar con soltura entre su historia y la de Macabea es, en parte, porque los sonidos son esos vehículos que permiten la naturalidad con que el lector asimila el tránsito de las historias. Entre estos sonidos destaca sistemáticamente la explosión.

Al principio de la novela, el narrador nos sitúa en un presente narrativo caracterizado por los conflictos políticos. Este ruido que se encuentra en el ámbito del narrador se mezcla con la trama de la vida de Macabea y marca sus puntos clave.

En este contexto podemos recordar el episodio en el que Macabea mira un arcoíris y desea volver a ver los fuegos artificiales que vio cuando era niña. Esta ambigüedad de la explosión, que puede ser parte tanto de las revueltas políticas como de una fiesta, borra la distinción que hay entre los componentes del acto literario, autor y personaje.

Las dos primeras explosiones marcan las características del personaje, y establecen una retrospección de la vida de Macabea hasta el momento decisivo en el que la encontramos mirándose en el espejo del baño.

A estas le siguen dos explosiones en la misma escena, cuando Macabea ha podido quedarse sola en la casa y encontrarse consigo misma, en palabras de este narrador.

La posibilidad que ha tenido de escuchar música a todo volumen, bailar y beber una taza de café caliente marca un momento importante en la generación del sujeto de Macabea. Esta evolución la lleva a conocer a su novio, Olímpico, hecho que marca la segunda explosión.

La quinta explosión ocurre durante la promesa de Olímpico de conseguirle un trabajo en la misma empresa metalúrgica en la que trabaja si la despidieran del suyo. El significado que tiene para Macabea este ofrecimiento es de radical importancia.

Es difícil recordar un personaje literario tan desamparado como Macabea, que ahora también compartirá con su enamorado las largas jornadas laborales. En este momento de decepción, las sexta, séptima y octava explosiones marcan el fin de su noviazgo con Olímpico, ya que ha preferido a su compañera Gloria. Macabea sabe que los dos se han besado con los ojos, y se ríe porque no se acuerda de llorar.

Macabea continúa su vida, con un retorno marcado por dos pequeñas explosiones, cuando se pinta la boca como Marilyn Monroe, en el baño de la oficina, y cuando conoce la casa de Gloria, donde conoce el tibio confort de quien gasta todo el dinero en comida. Esta visita le enferma, quizás por el exceso de comida, pero Macabea no vomita para no desperdiciar el lujo del chocolate.

Las dos siguientes explosiones aparecen cuando busca al médico y cuando decide tomar un taxi para visitar a la adivina. Durante esta escena, climática en la obra, ocurren siete explosiones: cuando Macabea cree por primera vez que va a tener un destino, al cortar el mazo de cartas; cuando el rostro de la adivina se enciende iluminado porque, a pesar de horrorizarse de su vida, ve un cambio que le augura un buen futuro; cuando siente que Jesús se ha fijado en ella, al saber que su novio volverá, que no la echarán de su trabajo y que le llegará mucho dinero en manos de un extranjero; cuando la adivina le dice que ese extranjero se casará con ella; cuando imagina la vida de riqueza que llevará a su lado; cuando sabe cómo podrá tener más cabello; y, finalmente, cuando se atreve a besar a la adivina, ella, que hasta ahora solo ha besado la pared.

La última explosión cierra la novela, cuando Macabea está a punto de bajar de la vereda y el destino le susurra al oído que ha llegado su turno.

En su libro A la escucha, Jean Luc Nancy sostiene que el sentido de la literatura contemporánea resuena más allá de sí mismo. Y es precisamente el rico trabajo sonoro que Lispector logra con La hora de la estrella lo que nos permite pensar y sentir los intensos avatares de Macabea. (O)

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