Punto de vista
Captura y almacenamiento de carbono: Energía fósil, pero limpia
Históricamente el CO2 liberado al quemar petróleo se ha disipado a la atmósfera, convirtiéndose en la principal causa del efecto invernadero que hoy experimenta el planeta.
Aunque las fuentes de emisión móviles (vehículos motorizados) han ido ganando espacio con respecto a la cantidad total de emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo, procesos como la producción de acero, cemento, agricultura, ganadería y energía, entre las principales actividades industriales, han sido fuentes fijas de emisiones de mucha consideración a lo largo del desarrollo de la humanidad. Según el portal “CO2.earth” entre 1870 y 2017 se emitieron 545 gigatoneladas de carbono al ambiente, de las cuales, aproximadamente 42% aún se encuentran en la atmósfera, 28% en los océanos y 29% en la tierra. Según la misma fuente, el 91% de las emisiones generadas por actividades humanas en 2014 provinieron de combustibles fósiles y cemento.
Las perspectivas de estos sectores con respecto al cambio climático han sido ampliamente estudiadas por parte de investigadores que se especializan en definición de escenarios para mitigar el cambio climático y adaptarse a sus efectos. En todos los casos, los estudios reconocen la necesidad de implementar alternativas que permitan proveer a la sociedad del los insumos energéticos y productos que demanda su desarrollo sostenible pero reduciendo de manera considerable la generación de gases de efecto invernadero. Al proponer este tipo de transiciones, es necesario considerar el tiempo que conlleva el desarrollo y adopción de tecnología limpia por parte de la sociedad, para evitar un calentamiento irreversible del planeta.
Paradójicamente, durante el tiempo que debe transcurrir para implementar cambios tecnológicos significativos es necesario continuar usando tecnologías contaminantes, hasta que las nuevas propuestas estén al alcance de todos los sectores de la sociedad.
Por esta razón nace el concepto de captura y almacenamiento de carbono, que se establece al combinar la irrenunciable necesidad de continuar satisfaciendo los requerimientos actuales de la población humana, con la búsqueda de alternativas para que la tecnología contaminante que se empela para este propósito, pueda operar sin generación de emisiones a la atmósfera. Es decir, una planta de cemento, una acería o una central de generación termoeléctrica impulsada con combustible fósil podría seguir operando sin mayor modificación, pero sus escapes deberían ser acoplados a nueva tecnología capaz de capturar el CO2 liberado por la combustión para evitar que sea desechado hacia el ambiente.
El concepto también considera “ahorrar tiempo” al adaptar tecnologías que existían previamente pero eran usadas con otros propósitos. Es decir, la captura de carbono abre nuevas perspectivas para tecnologías maduras como el lavado de gases, o la adsorción de CO2 en tamices moleculares, que funcionan bajo el mismo concepto que los “cojines secantes” que vienen junto a los productos tecnológicos o la vestimenta, y sirven para mantenerlos libres de humedad.
Esta opción es atractiva al ser una solución práctica y de implementación inmediata, debido a que emplea conocimiento ya desarrollado al servicio de una nueva aplicación que favorece al ambiente.
Aunque el reto de secuestrar CO2 a partir de las chimeneas de las fábricas o las centrales termoeléctricas tiene un avance significativo, se debe reconocer también que darle un uso o una disposición final diferente y transportarlo de forma segura y barata son desafíos que aún requieren de desarrollo por parte de científicos e ingenieros.
Según el Instituto Global de Captura y Almacenamiento de Carbono (Global CCS Institute, 2015), las propuestas actuales incluyen desde inyectar el gas en pozos petroleros en desuso, ponerlos bajo tierra y formar minerales, e incluso encontrar usos industriales para el gas al volverlo insumos de otras actividades productivas como la crianza de seres vegetales acuáticos (algas) o la formación de plásticos y solventes.
El propósito principal de la investigación en esta rama es hallar un valor agregado de interés industrial para el CO2, de tal manera que sea este sector de la sociedad quien invierta en capturarlo, e incluso en cosechar el que se ha venido emitiendo hacia la atmósfera. Es viable considerar al CO2 como otro material reciclable, y asimismo, se pueden generar alternativas de desarrollo sostenible alrededor de este, de la misma forma que se ha logrado con otros materiales como los plásticos, el vidrio o los metales.
Aunque la necesidad de contar con alternativas sustentables ante el cambio climático como la eficiencia energética, la agricultura urbana, la reforestación o el uso de recursos energéticos renovables es ampliamente reconocida, debe tenerse en cuenta que su mitigación es una tarea integral en la que se puede acoplar diferentes alternativas que lleven hacia un mismo fin; muchas de ellas con concepciones simples como emplear el mismo CO2 como un recurso más y no un problema. (I)