Me unen a Ecuador mis raíces, mi familia y hoy ser parte de una población que enfrenta la pandemia covid-19, iniciada en Wuhan, China, a fines del año pasado. Soy ingeniero civil ecuatoriano y vivo desde hace 30 años en Alemania.

El primer caso de contagio se registró a fines de febrero en Heinsberg, una ciudad con más de un millón de habitantes, donde se celebraban las fiestas del carnaval y que coincidió con el inicio de la expansión del virus a toda Alemania.

Dos semanas después, el gobierno cerró las fronteras con Francia, Dinamarca, Austria y Suiza. El 22 de marzo, la canciller Ángela Merkel decretó el cierre de todos los restaurantes, bares, cines, teatros, espectáculos masivos -incluido el fútbol-, fábricas e industrias. La planta principal de VW en Wolfsburgo, por ejemplo, no produce desde el 18 de marzo y allí trabajan más de 70.000 personas. La gran mayoría de empresas están con teletrabajo y casi todos los Estados federados permiten salir a la calle, pero no en grupo, a no ser que se trate de núcleos familiares.

A diferencia de Ecuador y muchos otros países, Alemania no ha declarado el toque de queda. Aún se confía en la capacidad de decisión y de solidaridad de la población.

Algunos medios se refieren a esto como el respeto a los derechos individuales. Con los años que llevo en este país, creo que esta flexibilidad se explica por la particular actitud alemana renuente a aceptar órdenes que se consideran de tipo dictatorial; y considerarse a sí mismos como entes pensantes, filosóficos y disciplinados.

La realidad, no obstante, ha demostrado que las medidas han aumentado, al comprobar que hay muchos ciudadanos desaprensivos que se consideran inmunes a cualquier enfermedad, convirtiéndose ellos mismos en una enfermedad para la sociedad y el sistema social. Deberemos esperar que pasen las dos semanas desde que fueron decretadas las medidas para evaluar su eficacia o no.

Hasta ahora, lo más rescatable y válido de ser mencionado es la solidaridad alemana con vecinos como Francia, enemigos acérrimos en el pasado, hoy reciben contagiados franceses en los hospitales alemanes más próximos. Extender la mano, parece ser la forma más adecuada de luchar con este enemigo común. (O)