¡Basta de llorar!
El 12 de octubre de cada año se conmemora el Día de la Raza, nombre con el que se denomina al descubrimiento de América en 1492; y que si bien se celebra en gran parte de América y en España, es una fecha sumamente polémica, que despierta pasiones contrapuestas en la sociedad.
Cada año surgen libros, artículos, reportajes periodísticos, poemas, imágenes alusivas y hasta canciones diciendo que “no hay nada que celebrar”, y que no se conmemora una fiesta nacional, sino un genocidio, una imposición de costumbres en un nuevo territorio por parte de aquellos que tenían las armas y la fuerza, una invasión destinada al saqueo y la exterminación de los pueblos originarios.
Si bien hay que reconocer que el descubrimiento del “Nuevo Mundo” fue un episodio cruento y que gran parte la parafernalia patriótica que se usa para dotar de relevancia a esta fecha resulta caduca y hasta ridícula, también es importante reconocer que han pasado más de quinientos años desde este acontecimiento histórico y que muchos siguen echando a la conquista la culpa de todas nuestras desgracias.
La fascinación por buscar culpables en donde no los hay es un rasgo común en sociedades profundamente influenciadas por el colectivismo, que impide ver más allá de los resentimientos contra cualquier grupo externo. Siguiendo esta lógica, los ingleses continuarían llorando por la invasión romana de hace 1500 años y jamás se hubiesen consolidado como la potencia que, históricamente, han sido; Alemania nunca se hubiese levantado de los destrozos causados a consecuencia de la Primera y Segunda Guerra Mundial, Japón se mantendría incapaz de resurgir después de la devastación de dos bombas atómicas y Corea del Sur o Singapur, países que hace contadas décadas eran más pobres que la mayoría de América Latina, no hubiesen logrado consolidarse como potencias económicas mundiales.
Aquellos que maldicen la herencia histórica que unió a dos continentes ricos y diversos, niegan la importancia de la fusión que nos hace quienes somos y jibarizan el mestizaje, a través de pseudo protestas y atentados contra la propiedad pública, son vándalos y oportunistas, que aprovechándose de discursos viscerales y populistas y con un absoluto desconocimiento de la historia, pretenden hacerse con el poder e imponer sus dogmas mediocres y seguir buscando culpables en lugar de soluciones. (O)