La aritmética política no está ayudando a quienes, durante una década, usaron las estadísticas y la lógica matemática para rodear de pragmatismo eficientista a una polémica acción de gobierno, embarrada hoy por graves denuncias de corrupción corporativa. Los números son así, una fría expresión de los procesos políticos que se evaporan como gota de agua sobre una plancha hirviendo, ante la angustia de sus protagonistas y beneficiarios directos.

Vale mirar algunas cifras que muestran la aritmética política que cubre de drama y tragedia al movimiento Alianza PAÍS (AP):

Los 44 leninistas. Cuando se estrenó el bloque de AP en la Asamblea Nacional (mayo 24, 2017), la cifra oficial marcó 74 asambleístas, todos ellos cobijados bajo la misma bandera verde de su movimiento. Sin llegar ni al medio año de gobierno, y luego de una serpenteante y áspera crisis de liderazgo interno, AP se dividió en tres sub-bloques cualitativamente dudosos y cuantitativamente diferenciados. A saber: los acusados de “traidores” morenistas, los autoproclamados “leales” correístas y aquellos que no son ni chicha ni limonada, o sea, los mutantes del momento actual, que han colocado su voto bajo llave, para cuando las cosas pinten claras y puedan canalizar su voluntad hacia las “causas del país”, siempre en función del oportunismo que caracteriza a los desclasados. Políticamente, esta impensada división a 3 bandas de AP favorece al gobierno actual, pero estratégicamente desfavorece al líder del gobierno anterior. Recientes crónicas y análisis políticos dan cuenta del nivel de fractura y la nueva correlación de fuerzas en ebullición al interior del movimiento gobernante. En concreto, 44 asambleístas de AP se inclinaron ya por el directo apoyo legislativo y político a Lenín Moreno. Para quien gusta de las cifras, el 59,4% de toda la bancada de AP está con el Presidente. Y esta cifra puede aumentar, dependiendo de cómo evolucionen algunos hechos en las próximas horas, entre ellos: el posible juicio político al vicepresidente Glas; la aparición de nuevas denuncias -junto con los resultados de las investigaciones- sobre actos de corrupción de exfuncionarios del gobierno anterior (algunos, trasvasaron al actual); el sendero político que tomará la consulta convocada por el gobierno, etc.

Los 18 correístas. El desplome numérico, tanto como el derrumbe político dentro de la Asamblea Nacional, es un duro dato de la realidad para el expresidente Correa. Descender del quimérico control total del 100%, hasta un pedestre y realista 24,3% de los asambleístas que marcan filas con él, que se someten a sus tesis y discursos, es un retroceso histórico del correísmo.

Quizá eso explique las acciones adoptadas recientemente por sus “guerreros” dentro de AP, por ejemplo, la abrupta expulsión de Moreno, como presidente de dicha agrupación política que les representa.

Los 12 mutantes. Grupo políticamente gelatinoso y tácticamente amorfo dentro de la nomenclatura legislativa de AP. Las palabras confianza y lealtad son relativas en ellos y nadie estará seguro cuando se les pida definiciones, pues son reactivos a la toma de posición sin antes conocer el rumbo de los hechos. En todo caso, si bien representan la minoría legislativa de AP (16,2%), también es cierto que a la hora de contar votos nadie podrá ignorarlos. En sucesos políticos anteriores del país, estos grupos han mostrado gran cintura para posicionarse y caer siempre para arriba. La aritmética política dentro de AP pasó de la unidad a la división, y de ahí a las sumas y restas. El saldo político favorece al licenciado Moreno, mientras que el déficit corresponde al economista Correa. (O)