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Ecuador, 25 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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¿Pan y leche marca Lasso-Páez?

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¿Cuánto gasta Guillermo Lasso en repartir pan, leche, arroz y fideos en los barrios pobres del Ecuador? ¿Cuánto cuesta regalar todo eso con fundas que llevan el nombre de él y su binomio Andrés Páez? No son pocos, hay demasiados testimonios y fotos para que no quepa duda.

Entonces volvemos a las preguntas de siempre: ¿gastan para ganar las elecciones o para ofender a los pobres? ¿No fue lo mismo que hizo en su momento un candidato súper millonario que perdió tres elecciones? ¿Y le sirvió todo ese gasto? ¿Es ético hacerlo? ¿O es lo mismo que hacen esos jóvenes pelucones subidos en los buses (en los que nunca antes habrán viajado) para denunciar que estamos en el peor de los mundos posibles con sus ropas bien caras y alertando que Lasso sí va a dar educación gratis (la que ellos no necesitan ni jamás han creído que es la vía)? ¿De dónde sale toda esa plata? ¿La contabiliza el CNE como gasto electoral?

Lo evidente es que Guillermo Lasso ha gastado mucho en esta campaña. Y sumado todo el dinero invertido durante estos cuatro o cinco años parecería que tiene mucho más que lo que declara como patrimonio. Solo en el aparato logístico y tecnológico de su privado control electoral ha gastado más de diez millones de dólares. Dirá que son donaciones de sus partidarios, como ya insinuó en el 2013.

En la práctica: leche, pan, arroz y fideos marca Lasso-Páez es un insulto, una grosería y una ofensa sin nombre para todos los ecuatorianos. Ya no estamos para caridad y menos para trasvestirse en Papá Noel en marzo. Y lo hacen en esos sectores populares de las barriadas de las grandes ciudades donde perdió estrepitosamente. Bastaría con revisar la votación de Lasso en Mapasingue y Pascuales de Guayaquil, en Carapungo y el Toctiuco de Quito. ¿Si llenaron de productos con sus caras en las fundas por qué la gente votó por Lenín Moreno masivamente?

La respuesta es simple: la gente tiene dignidad y aunque coja esos productos a la hora de votar lo hará independientemente de que intentaron comprarle. Lo mismo pasa con la gente que observa a los jóvenes pelucones: los escucha, los ve bajarse y subirse a sus autos de lujo y después sigue con su vida.

Claro, de esto no hemos visto una sola línea en la prensa comercial, tampoco hemos escuchado a los Gonzalo Rosero o Andrés Carrión, mucho menos a una Janeth Hinostroza o a un Alfredo Pinoargote.

Posiblemente después del 2 de abril harán sus análisis y evaluaciones y como todo esto no estuvo en su “imaginario” culparán a ese pueblo por el resultado, así como hizo César Monge con el pueblo manabita después del 19F. (O)

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