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¿Las alianzas de la derecha no funcionan?

¿Las alianzas de la derecha no funcionan?
28 de febrero de 2014 - 00:00 - Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

La hasta hace poco segunda fuerza política de Ecuador, la organización liderada por el exbanquero Guillermo Lasso, ha sufrido un revés electoral contundente. No hay mucho debate sobre el tema, pero en parte se debería a la imposibilidad de hacer acuerdos, alianzas y listas conjuntas con los movimientos de su mismo domicilio ideológico.

¿Por qué fue imposible que Juan Carlos Solines fuera binomio de Mauricio Rodas en Pichincha? ¿Qué hizo difícil juntar a César Rohón con César Monge? Y en la lista de ciudades hay otros ejemplos.

En la política ecuatoriana, al parecer, lo que ocurre en las izquierdas no es  patrimonio exclusivo de estas. Por lo visto en estas elecciones, los intereses y posturas personales, grupales o partidistas (¿mercantiles?) pesaron mucho a la hora de asumir eso que en los discursos suena bonito y en la práctica es imposible: la unidad de las agrupaciones de una sola tendencia. Ni siquiera en la Unidad Plurinacional ocurrió eso, según se evidencia en algunos cantones.  

En la derecha esto ocurre por encima de una consigna sostenida a lo largo de los últimos años: ‘vencer el totalitarismo’. En realidad, la derecha ecuatoriana no diferencia fácilmente los negocios del ejercicio público de la política. De ahí se entienden las dificultades para armar alianzas y sentar las bases de apoyo político.

Si no habría que preguntar por qué la Cámara de Comercio de Quito, en particular uno de sus ‘históricos’ dirigentes, colocó toda su artillería en la campaña por la alcaldía capitalina y dejó a un lado a otros sectores.

Por todo ello la derecha es, otra vez, la perdedora de este proceso, más allá de que haya ganado en Quito y Guayaquil como principales plazas electorales: no consolidó su unidad, su recomposición está más soldada por la coyuntura electoral que por un proyecto a largo plazo, las diferencias son ante todo por intereses y personalismos, pero también no sostiene un discurso o modelo alternativo para garantizar apoyo popular efectivo. De hecho, para las ciudades los planes están más sustentados en la recuperación de lo privado en algunas tareas que en potenciar los valores públicos y ciudadanos de los habitantes.

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