Ojo al medio
¿La derecha no pedía a gritos debate?
Mauricio Rodas elude los temas complejos y los asuntos ‘calientes’. Incluso, como le dijo, ‘en la cara’, Gonzalo Rosero ayer: no tuvo berraquera ante Augusto Barrera.
Si eso lo dijera Rafael Correa o el mismo Barrera entonces sería intolerancia y falta de respeto al rival. Pero como ahora lo dice Rosero y, de un modo u otro, lo señalan algunos fervientes ‘anticorreístas’, parece que el resultado del debate del viernes pasado no fue del todo favorable para el representante del ala derecha de la política ecuatoriana. Y no porque Rodas no haya dicho nada o haya usado artilugios bien pensados desde cierto asesor político electoral del cual muchos hablan, pero que la campaña de SUMA ni confirma ni rechaza.
Las ‘cartas están echadas’ y no conviene exponer más las debilidades e incongruencias.
Ahora Rodas elude los debates, así como quienes abogaban por él, incluido el aparato político mediático de la derecha, porque supuestamente las ‘cartas están echadas’ y no conviene exponer más las debilidades, incongruencias y poco conocimiento de la capital de su candidato.
¿Y por qué hacen falta los debates, por ejemplo, en Guayaquil? ¿Qué cambia en el electorado si un candidato afronta y confronta con su rival frente a las cámaras y de cara a sus mandantes?
Se ha dicho que Correa no participó en ningún debate y eso es falso frente a la realidad. Cuando lo hizo, la primera vez significó el derrumbe de sus rivales de ese instante. Y más adelante ya no le hizo falta. Incluso, si hubiese asistido habría sido poco significativo ante el peso político y electoral ganado.
Ahora, la derecha en su conjunto se niega a debatir. Ahí, para un sector mediático, ya no es un candidato antidemocrático ni un antiliberal que no se somete al escrutinio público.
La derecha no debate ni discute ahora, porque presiente que de la única forma que puede solventar su supuesto éxito es con el trabajo soterrado, poniendo debajo de la puerta cartas falsas del SRI, haciendo llamadas telefónicas, colocando gente en el transporte público para quejarse del supuesto mal servicio, entre otras cosas que han montado los aparatos estratégicos con asesoramiento nacional y extranjero.
Si hubiese disposición para el debate (y no para las entrevistas concesivas) la radio en particular sería un lugar extraordinario para ello, ya que no hay formalidades ni ‘rigor estético’, el tiempo fluye sin los ajustes propios de la televisión y el público se concentra un poco más en lo de fondo que en las formas. Y mucho menos la derecha aceptaría un debate de cara a los ciudadanos, como lo que se esperó ayer en el auditorio de Ciespal. La silla vacía del candidato de la derecha fue la expresión simbólica de esa ausencia de coherencia en ese discurso supuestamente democrático.