En Pile, tejer es un arte
Las uñas de los dedos pulgares crecieron y se quedaron largas. Es normal verlas así, en las manos de casi todos los hombres y mujeres de la comunidad Pile de Montecristi. Con las uñas entrelazan las hebras de la paja que convierten en sombrero.
Esta es una tierra de emprendedores y gente trabajadora que día tras día se dedican a la confección de los sombreros. Pile es una pequeña comunidad ubicada a 30 kilómetros de Montecristi y es reconocida por tener a los tejedores de sombreros de paja toquilla más finos.
Entre esas personas sencillas y laboriosas está Cenovio Ídolo Espinal (72 años) destacado en 2013 como uno de los 12 ganadores a escala nacional del reconocimiento de portadores de saberes tradicionales impulsado por el Ministerio de Cultura y Patrimonio.
Muchos de estos artesanos crecieron tejiendo sombreros, pues cuando eran niños dedicaban tiempo a esta labor, después de cumplir con las tareas de la escuela. Cenovio era experto en este oficio desde que tenía 10 años. Desde entonces hasta la actualidad, ha elaborado unos 250 sombreros; cada año confecciona un promedio de 4.
Cenovio se concentra en la elaboración del sombrero, pero los acabados lo hacen otras personas en Montecristi. Entre sus clientes está un hombre proveniente de Suecia que siempre se da el lujo de visitarlo para ver sus sombreros.
Los montecristenses realizan esta labor en horas de la mañana. Es una tarea que exige paciencia, pero sobre todo, cuidado.
Antes de empezar con el tejido, es necesario tener las manos limpias y un recipiente con agua para humedecer la paja.
Además, mantienen los sombreros bajo la sombra, porque los rayos del sol pueden dañarlos. El horario de trabajo de Cenovio, al igual que de otros habitantes de la comunidad, es de 06:00 a 10:00.
Quienes llevan años en esta actividad coinciden en que las nuevas generaciones han mejorado el producto. Cenovio dice que su hijo Simón.
Florinda Espinal asegura que con este trabajo, a parte de la agricultura y albañilería, las personas de la localidad han criado y educado a sus hijos.
Quien se sienta a tejer no se levanta hasta que termine lo que planificó en el día. Solo estropea un poco la jornada cuando aparecen los fuertes rayos solares.
Fidel Espinal, de 52 años, teje desde adolescente y relata que en el sitio manda el silencio en las mañanas mientras las manos ponen forma al sombrero.
Él confiesa que este año ha vendido muy pocos sombreros, porque los precios están por los suelos y deberían ser más altos por el tiempo que dedican a la elaboración de la prenda.
Horacio Holguín, un hombre longevo que recorre las montañas a caballo para traer los cogollos, provee a los ciudadanos de la paja que se usa para la fabricación del producto. Los 24 cogollos los vende en $ 5. Con esta labor más la manufactura del sombrero solventa los gastos de la casa.
Desde hace un mes, debido a la falta de lluvia no ha tenido el material necesario para la elaboración de los sombreros. La materia prima se denomina Carludovica palmata, pero, comúnmente, se la llama paja toquilla. Es un tubérculo o similar al del plátano. Actualmente se cultiva en las partes montañosas de las regiones de El Aromo, Pile, San Lorenzo y Jipijapa, en la provincia de Manabí. Para fabricar un sombrero fino son necesarios 12 cogollos y 10 para un grueso o corriente.
Paja toquilla
Para apoyar esta labor ancestral se creó la Escuela de Arte y Oficio Pile que ofrece una educación integral que incluye formación artesanal y comercialización directa.
Karina Arteaga, coordinadora regional del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, cuenta que 20 alumnos han aprendido todo el proceso para llevar a las vitrinas el sombrero.