Yesenea Mendoza no se cansa de danzar, ni de compartir su talento
Yesenea Mendoza no está quieta. A las cuatro de la tarde atiende llamadas telefónicas desde su oficina, pero permanece todo el tiempo ahí. Está atenta a lo que ocurre en cada rincón del centro artístico que lleva su nombre, y que dirige desde hace 18 años en la ciudadela La Garzota.
Ataviada por un ceñido traje negro, se levanta de su asiento y se dirige hacia el pabellón en el que reciben clases niñas de 3 y 4 años de edad, quienes lucen mallas rojas. Supervisa el trabajo de las instructoras que trabajan para ella.
No se aguanta las ganas y se sienta en medio de las niñas para interactuar con ellas, al ritmo del ‘Tírate un paso’, ‘Las aventuras de Enrique y Ana’ y ‘Las divinas’, esta última melodía de la telenovela ‘Floricienta’.
Nacida un 7 de noviembre (prefiere mantener su edad en reserva), Yesenea Marlene Mendoza Tarabó (su nombre completo), estira los brazos junto con las pequeñas, se sientan en el piso de madera que tiene el sitio, uno rodeado por barras y espejos.
Un poco agitada, pero satisfecha por lo que hace, vuelve a su oficina que está en la planta alta de la academia y se somete al diálogo.
¿Cómo surgió la idea de la academia?
Era 1995, en esa época yo dirigía la academia Piaggio. Lo hice durante tres años, aunque no era mía, adquirí la experiencia necesaria para dirigir una propia. Para entonces mi amiga Adela Berborich tenía un local de modelaje en La Garzota y le quedaban libres unos tres o cuatro días a la semana. Entonces me propuso trabajar juntas. Ella se encargaba del modelado y yo de la danza. Cuando yo estaba en Piaggio ya pensaba en una academia propia, pero me llegó esta oportunidad, una de esas que llegan prácticamente una vez en la vida y que se debe aprovechar. Juntas estuvimos durante dos años. De ahí me quedé sola.
¿Con cuántas personas empezó su centro de arte?
Eran 50 alumnas y tenía un equipo de solo dos personas. Yo era la única instructora. Las otras ejercían funciones de asistente y secretaría.
¿Cuánto ha crecido el número de colaboradores?
Ahora trabajan conmigo más de 100 personas porque hay varios locales en todo el país. El centro artístico se extendió no solo en Guayaquil, sino que llegó a Manabí y Salinas. En total hay diez. Solo en Guayaquil hay siete que son: Los Ceibos, Centenario, Samborondón, C.C. La Torre, Prosperina y Guasmo. Existen dos más en Manabí, uno en Olmedo, donde nací, y el otro en Portoviejo.
¿Cómo se distribuyen los grupos que reciben clases?
El equipo está preparado para niñas desde los cuatro meses de edad. Hay pequeñas de un año, de dos y tres para arriba. Las mayores son de 16 a 18.
¿Qué obras ha presentado con ellas durante estos 18 años?
Muchas, pero recuerdo las obras más recientes. Entre ellas constan ‘Cascanueces’, ‘Cumandá’, ‘Shrek’, ‘Pinocchio’, ‘Timkerbell’, ‘Los Picapiedras’, ‘Cats’ y otras.
¿Y usted cómo se inició?
Llegué a Guayaquil cuando tenía cuatro años desde mi Olmedo natal. Combinaba mis estudios primarios con los de danza. Inicialmente era en la Casa de la Cultura. Empecé con ballet clásico. Para mí el ballet es la mamá de la danza. Me gradué como bachiller de danzas en el Instituto Nacional Raymond Maugé Thoniel. A la par estudiaba en el Rita Lecumberri, mientras que en la universidad seguí publicidad, en la Facso.
¿Qué profesores de danza recuerda más?
Gioconda Minervini fue mi primera profesora, pero quien me formó fue Gonzalo Marín.
¿Con qué tipo de danza se identifica más?
Yo he hecho de todo, hasta danza aérea, es decir colgándome con arneses y telas. También me gusta la danza jazz, pero como dije antes mi base es el ballet clásico, pero también he tomado cursos de danza contemporánea.
¿Qué diferencias hay entre el ballet clásico y la danza contemporánea?
En el ballet los movimientos son matemáticos, exactos y rígidos, mientras que la danza contemporánea te da más libertad.
¿Sufrió mucho de niña al pararse con la punta de los pies y los ejercicios de elongación?
Como a todas me dolió mucho pararme de punta, pues tienes que aguantar todo el peso de tu cuerpo, pero es parte de esto. No me costó desgonzarme porque nací con articulaciones flexibles.
¿Qué recuerda de su paso por Danzas Jazz?
Tenía 17 años cuando José Miguel Salem me descubrió. Él me convocó para algunos musicales. Participé en cinco obras: ‘Una noche en Broadway’, ‘Cuento de Navidad’, ‘Calor de luna’, ‘Latinos’ y ‘Lick, el ángel mágico’.
¿A dónde ha llevado su arte?
He recorrido todo el país bailando, y también como directora. Son satisfacciones diferentes pero disfruto ambas.
¿Y qué público recuerda más?
Me gusta más el de Quito. Lo percibo más exigente.
¿Considera que durante las dos últimas décadas se ha desarrollado la danza en el país?
Yo creo que se ha difundido más en los últimos años. Se ha desarrollado más el criterio para abrir una academia. Calculo que solo en Guayaquil deben existir unas 80 escuelas de danza.
¿Le trae recuerdos ver a su hija Yesenea dar sus primeros pasos en esta actividad?
Sí, ella tiene 6 años y ya aparece en portadas de revistas. Está inmersa en esto.
¿Cómo es su día normal?
Me levanto a las seis de la mañana para darles el desayuno a mis hijos y enviarlos a la escuela. A las diez cambio los papeles, en lugar de ser instructora me convierto en alumna. Me actualizo constantemente y recibo clases de Gardenia Delgado, Patricia Moreno y Odalnis Rodríguez en mi academia.
¿Cómo combina su tiempo entre la academia y su familia?
Por más ocupados que estemos siempre desayuno, almuerzo y ceno con Alejandro (Alfaro Moreno), mi esposo, y mis hijos Alejandrito, de 9 años, y Yesenea. Durante los fines de semana paseamos, nos damos tiempo como familia. Asistimos al Centro Cristiano de Guayaquil donde nos bautizamos.
A propósito de su esposo Carlos Alejandro Alfaro Moreno, ¿qué le atrajo de él?
Él es un hombre muy disciplinado y trabajador. Eso me impresionó porque yo también soy igual. Aunque lleva algunos años de haberse retirado como futbolista, él siempre se entrena. Tiene mucha visión y eso le permite salir adelante con su academia de fútbol.
¿Cuánto le sirvió la danza para incursionar en la televisión?
Me sirvió para ganar dominio escénico frente a las cámaras, al público. Fue una buena época en la que participé de programas playeros, de animación y baile como ‘No culpes a la playa’ o ‘Todos a bailar’.
¿Le gustaría volver a la televisión?
Uno nunca sabe lo que puede suceder, solo Dios.