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El Telégrafo
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Vivien Leigh, tan trágica como su Scarlett O’Hara

Vivien Leigh, tan trágica como su Scarlett O’Hara
10 de noviembre de 2013 - 00:00

Los caprichos de Scarlett O’ Hara hartan a Rhet Butler, especialmente porque ella no ha decidido entre él y Ashley Wilkes, de quien se obsesionó no por amor sino porque simplemente ha estado mal acostumbrada a conseguir todo lo que quiere.

Rhet está decidido a irse. Ella intenta detenerlo con un “si tú te vas, ¿qué será de mí” que recibe el célebre “francamente, querida, me importa un bledo” de parte de su amado.

En la cabeza de Scarlett hay muchas cosas como la Guerrera de la Secesión, la forma en cómo recuperar lo perdido por el conflicto y, por supuesto, a Rhet que la conducen a un “después de todo, mañana será otro día” que para quienes han visto la película ‘Lo que el viento se llevó’ (1939) ha dejado una puerta abierta a la posibilidad de un final feliz que nunca tuvieron Scarlett, ni Vivien Leigh, la actriz que la interpretó y que el martes pasado hubiera cumplido 100 años de edad.

Aunque Vivien Mary Hartley, su nombre real, era británica, su Scarlett O’Hara la convirtieron en una especie de encarnación de la belleza trágica e impetuosa del sur de Estados Unidos,  que marcaron a la actriz, quien falleció el 8 de julio de 1967 de tuberculosis.

Tan desafortunado como el destino de aquella heroína sureña fue el devenir de la actriz, varias veces sometida a tratamientos de electrohock por un trastorno de bipolaridad mal diagnosticado, aparte de su tuberculosis.

La obstinación y la rebeldía que también compartió con el personaje le ayudaron a conseguir ese papel, que descubrió a los 23 años cuando, guardando reposo tras un accidente de esquí, devoró el novelón de mil páginas de Margaret Mitchell que había revolucionado Estados Unidos aquel verano de 1936.

Cuando supo que, al otro lado del Atlántico, David O. Selznick buscaba poner rostro a la rica y caprichosa Scarlett en la película, se buscó un agente en Estados Unidos y no paró hasta conseguir una cita con el gran productor, que ya había empezado los 125 días de rodaje.

Tan claro tenía la actriz que ella sería Scarlett, papel que le valió su primer Oscar, que al inicio de su aventura americana rechazó trabajar con Cecil B. de Mille en ‘Union Pacific’ y un contrato con Paramount para cuatro películas, solo para estar disponible.

El mismo empeño puso Leigh al perseguir a Laurence Olivier, convencida de que sería el gran amor de su vida. Al igual que ella, él también estaba casado cuando la entonces prometedora actriz de teatro se presentó por sorpresa, simulando un encuentro casual, en el mismo hotel de Capri donde Olivier pasaba unos días de vacaciones con su esposa.

Comenzó así una larga y no siempre fácil historia de amor, que se ensombrecería con el tiempo con infidelidades mutuas y duró 20 años de 1940 a 1960.

Pero no fue solo el personaje de Scarlett el que guardó semejanzas con su vida. La desgarradora Blanche Dubois, sus polémicas tendencias sexuales y su desequilibrio mental en ‘Un tranvía llamado deseo’ (1951), de Elia Kazan fueron un oscuro presagio de sus días.

El gigoló Scotty Bowers cuenta en el libro ‘Servicio completo. La secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood” que tanto Leigh como Olivier eran bisexuales y que ambos usaron sus servicios con frecuencia. “Era una mujer caliente. Muy sexual y muy excitable. Puesta en faena exigía una satisfacción plena y completa. Aquella noche lo hicimos como si de ello dependiera la supervivencia del planeta”, escribió Bowers sobre la actriz.

Aquel papel en ‘Un tranvía llamado deseo’, junto a Marlon Brando, le deparó su segundo Oscar, pero también agudizó sus crisis nerviosas hasta tal punto que en su siguiente rodaje, ‘Elefant Walk’ (1954), acabó siendo sustituida por Elizabeth Taylor, tras varios ataques de histeria y olvidos del guion.

La filmografía completa de Vivien Leigh suma apenas una veintena de títulos, pues la intérprete de ojos verdes nunca abandonó el teatro, su pasión desde niña.

La recompensa le llegó, aunque tardía, en forma de un Tony a la mejor actriz por su actuación en el musical ‘Tovarich’ (1963), pese a que su estado de salud era ya muy delicado y llegó a desvanecerse en el escenario.

Tras un sonado divorcio que fue asunto nacional, los últimos años de su vida los pasó junto al también actor John Merivale, sin perder nunca el contacto con quien fue su primer esposo, Leigh Holman, y padre de su única hija, Suzanne.

Cien años después de su nacimiento en la India británica, el legado de Leigh permanece como Scarlett O’Hara, un personaje diseñado a la medida de ella, tan semejante, frívolo y atormentado.

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