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El Telégrafo
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Una vida marcada por Roman Polanski

Una vida marcada por Roman Polanski
18 de septiembre de 2013 - 00:00

Dice que lo ha superado. Pero ahí está, volviendo a la carga con el tema que sin duda marcó su vida, contando con todo lujo de detalles en un libro, ‘The Girl: Emerging from the Shadow of Roman Polanski’, lo que pasó esa noche hace 35 años, aunque insista en que perdonó a su víctima hace mucho tiempo. Se llama Samantha Geimer, tiene 50 años y es una madre californiana de cuatro hijos, una historia común de no ser porque a los 13 años tuvo un encuentro con el director Roman Polanski, una violación.

Geimer asegura estar lista para volver a toparse con aquella realidad al calor de sus memorias —que ya están a la venta en Estados Unidos—, capaz de reírse de cualquier cosa después de tantos años poniendo las cosas en perspectiva. “No hice nada malo, así que ¿por qué tendría que sentirme mal?”, explica en una entrevista con ‘Los Angeles Times’.

Por eso hasta su marido se toma el asunto un tanto a mofa, aconsejándola que se levante la camisa durante una sesión fotográfica para promocionar el libro. “Creo que uno puede bromear sobre cualquier cosa. Ahora estoy bien. No lo estuve un año después de que pasara, pero ahora sí. Y cuando empiezas a hablar de 1977, hay un montón de cosas divertidas”.

Una noche imborrable

De gran parte de lo que sucedió manifiesta no acordarse demasiado, sometida a constantes interrogatorios policiales. Mucho tiempo después habría de relatar con pelos y detalles el encuentro. “Conocí a Roman Polanski en 1977, cuando tenía 13 años”, explicó en febrero de 2003. “Me dijo que quería tomar fotos mías para una revista francesa. Pero en lugar de eso, después de sacarme fotos en la casa de Jack Nicholson, hizo algo muy distinto. Me dio champán y un Quaalude (una droga con los efectos de un barbitúrico). Se emborrachó y abusó de mí”. “Tenía miedo de él porque no había nadie más allí”, declaró la entonces joven.

Después, el director de ‘Chinatown’ la convenció para que se metiesen en el jacuzzi de Nicholson pese a que ninguno tenía bañador. Ella lo hizo en ropa interior y él, desnudo, circunstancia que aprovechó para intentar intimar con ella. Ella se defendió de los primeros intentos alegando que tenía asma y que se tenía que ir.

Pese a todo, Polanski le ordenó que se metiese en una habitación de la mansión de Hollywood Hills. “Me dijo que entrase en el otro cuatro y me tumbase”, lo que ella hizo en parte, sentándose en el sofá del dormitorio en lugar de meterse en la cama como le pidió Polanski. Una vez allí, el director franco-polaco no vaciló en sentarse junto a Geimer para comenzar el acoso. “Se acercó a mí y me besó. Y yo le dije: ‘No’, ‘aléjate de mí’”, agregó.

Pero la cosa no se detuvo ahí y el realizador polaco siguió hasta conseguir su objetivo. Geimer testificó que Polanski le puso la boca en la vagina para después quitarle las bragas. “Estaba a punto de llorar”, dijo. La joven no sabía qué hacer, cómo quitárselo de encima, entre lamentos y peticiones constantes a su agresor para que cesase el ataque.

Comenzaron a tener sexo aunque en un momento dado Polanski empezó a preocuparse por los métodos anticonceptivos que pudiera estar usando ella. Le preguntó si estaba tomando la píldora y ante la respuesta negativa sugirió una penetración anal. Ella volvió a negarse pero eso no detuvo al agresor. Geimer declaró que apenas ofreció resistencia por temor a una agresión de Polanski, que tras consumar el acto le pidió a la joven que mantuviese esa noche en el más absoluto de los secretos.

No duró mucho el pacto porque al llegar a casa, Samantha le contó lo sucedido a su madre, que inmediatamente llamó a la Policía. Finalmente aunque muchos años después, Polanski pasó varios días en una prisión por su delito, uno que, de alguna forma, ha marcado su existencia y de una forma prominente la de su víctima. El director, eso sí, decidió disculparse por aquello, una nota que figura en el nuevo libro de Geimer. “Quería que supieras cómo siento haber afectado tanto tu vida”.

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