Cumpliendo la leyenda que dice que las estrellas de cine desaparecen de tres en tres, Columba Domínguez murió el 13 de agosto pasado, a los 85 años, siguiendo a Robin Williams, que se suicidó, y a Lauren Bacall.

Y así como la Bacall con Humphrey Bogart, la leyenda de Columba estuvo siempre relacionada a la de quien fue su esposo, el director Emilio ‘Indio’ Fernández.

La que luego se convertiría en un mito del cine de oro mexicano, nació en Guaymas, Estado de Sonora, el 4 de marzo de 1929. Sin embargo, muy pequeña se trasladó con su familia a la capital. Su entrada al cine ocurrió luego de conocer en una boda a Emilio Fernández. Se dice que el famoso director, que le llevaba 26 años, impresionado por su belleza, comenzó a cortejarla y como parte del festejo amoroso la llevó a conocer los Estudios Clasa. A partir de ese momento, Columba empezó a trabajar como extra en varias películas dirigidas por Fernández, como ‘La Perla’ (1945) y ‘Río Escondido’ (1947).

Sin embargo, su gran salto al estrellato ocurrió en 1948, cuando Fernández le da el rol antagónico al de María Félix en la cinta ‘Maclovia’ (1948), con el que obtiene el premio Ariel. De inmediato, Fernández le confía el papel protagónico en ‘Pueblerina’, considerada una obra maestra del cine mexicano. A partir de este momento, Domínguez trabaja en un sucesión de filmes al lado de renombradas estrellas como Dolores del Río y Pedro Armendáriz. Va a Italia, donde protagoniza el filme L’edera (1950). El mismo año filma ‘Un día de vida’ (1952), que no tuvo eco en México pero que fue un éxito en la ex-Yugoslavia. Tanto que, según un artículo del periódico serbio Polítika Ekpres de 1997, es la película más vista en ese país de los últimos 50 años.

Su carrera cinematográfica, sin embargo, no estaba a la par con su vida amorosa. Sobre su relación de pareja con el Indio Fernández se cuentan muchas historias. Se dice, por ejemplo, que Emilio la obligaba a andar descalza y vestida de indígena y le hacia servir la cena a sus incontables amigos que visitaban la casa de la pareja, en Coyoacán. Lo anterior podría ubicarse en el rubro de las ‘leyendas urbanas’ que rodean casi siempre a los famosos. Pero lo que sí es cierto es que Columba adujo diferencias personales, infidelidades y el encasillamiento en papeles autóctonos a que la tenía sometida el ‘Indio’, como las razones para su separación en 1952. Se fue a Europa con Jacaranda, la única hija de la pareja, que tenía entonces un año de nacida.  

La separación de Fernández le permitió trabajar con realizadores de la talla de Luis Buñuel (’El río y la muerte’, 1955); Fernando Méndez (’Ladrón de cadáveres’, 1957), considerada una joya del género fantástico) e Ismael Rodríguez, con quien hizo ‘Los hermanos del hierro’ (1961) y ‘Ánimas Trujano’ (1962). Protagonizó, junto a Pedro Armendáriz, en ‘El tejedor de milagros’ (1962), cinta que representó a Latinoamérica en el IX Festival Internacional de Cine de Berlín.

Columba también fue protagonista, en 1956, del primer desnudo oficial del Cine Mexicano, en la cinta ‘La virtud desnuda’, dirigida por José Díaz Morales. Esta película fue censurada por los cines de la capital. Columba integró el grupo de las musas que inspiraron al compositor mexicano José Alfredo Jiménez, quien le dedicó el tema ‘Si nos dejan’.

Durante su estadía en Europa, Columba conoció al actor español Francisco Rabal (y se dice que tuvo un romance con él). Por eso cuando Rabal llegó a trabajar a México la prensa sensacionalista tituló su llegada como ‘Francisco Rabal llega a México para casarse con Columba Domínguez’, esto molestó tanto a Emilio Fernández que, al poco tiempo, en los estudios Churubusco, el ‘Indio’ casi mata a Rabal, sino interviene Luis Buñuel, a quien Fernández respetaba muchísimo, que evitó la tragedia. Un desgraciado suceso ensombreció la vida de Columba, cuando en 1978, su hija Jacaranda falleció trágicamente al caer desde el cuarto piso de un edificio, en circunstancias que nunca fueron aclaradas.

Las relaciones de Columba con Emilio nunca se terminaron del todo. A tal punto que fue ella quien lo acompañó en sus últimos días. Y cuando le preguntaron el porqué de su dedicación, solo respondió: ‘Le quiero’. En 1987 escribió un libro titulado ‘Emilio, el Indio que amé’.

Olvidada desde finales de la década de los 80, pasó 21 años sin trabajar en ninguna producción. Pero, en 2008 regresó a los sets cinematográficos de la mano del director Roberto Fiesco, en el cortometraje ‘Paloma’, que se proyectó en una de las ediciones del Festival Internacional de Cine en Guadalajara. En 2102 tuvo una participación especial en ‘En el último trago’, la cinta del realizador Jack Zagha, estrenada en 2012. El año pasado trabajó a las órdenes de la directora Giovanna Zacarías en el cortometraje ‘Ramona’, que fue el último proyecto de su carrera.

‘Columba bien sabía que estaba cerca de la muerte, pero ella nunca hablaba de eso. Cuando filmamos ‘Ramona’ ella estaba sumamente vital aunque 15 días antes del rodaje estuvo internada. Era curioso, pues ella llegaba al set con su tanque de oxígeno, pero aún así seguía echándose su cigarrito como El Indio Fernández y su cubita. Ella decía que de todos modos se iba a morir y que no se iba a abstener de los placeres de la vida. Ese era uno de sus encantos, era muy rebelde y eso fue parte de su naturaleza. Eso le ayudó a ser lo que fue, le ayudó a mantenerse en el cine. Con todo eso se convirtió en una mujer emblemática’, precisó en una entrevista la actriz y directora Giovanna Zacarías.