Una trama oscura que se mezcló con las aventuras e hilaridad
Indiana Jones está en medio de un puente colgante. Lo rodean enemigos de la secta ‘thugge’ en ambos lados. En uno de los bandos están la rubia Willie Scott y el asiático Shorty como prisioneros. No hay tiempo que perder si es que Jones quiere escapar de una situación, prácticamente imposible.
La única vía posible es cortando el puente con un machete. Jones se lo dice en chino a Shorty, quien entiende que debe sujetarse manos y pies con las cuerdas del puente, pero de forma disimulada, enredando sutilmente sus extremidades.
Jones corta las cuerdas que sostienen el puente y la mayoría cae a un río infestado por cocodrilos, mientras que los pocos sobrevivientes quedan colgados en una colina e intentan subir a ella. Entre ellos está Mola Ram, el líder de los ‘thuggee’, quien quiere apoderarse de una de las piedras que había robado a un pueblo de la India. Esa roca tiene poder. Se enciende en fuego. Mola Ram se quema las manos y cae al río.
Aquella es solo una de las secuencias más recordadas en ‘Indiana Jones y el templo de la perdición’ (1984), que dirigió Steven Spielberg y contó con el guión de su socio George Lucas, quien creó en 1973 al personaje del intrépido arqueólogo que en el cine lo ha interpretado Harrison Ford.
Esta película marca una diferencia con las otras tres de la saga porque Jones no se enfrenta a nazis. Más bien su trama es oscura, por cierto, muy criticada en su época.
Mola Ram (Amrish Puri) es la cabeza de una secta satánica, que -según la ficción del filme ambientado en la década del 30- se creía extinguida.
Ellos adoran a la diosa Kali, a través de sacrificios humanos, que incluye arrancarles el corazón con las manos mientras están vivos y enviarlos al fuego.
Ellos y Chatta Lal (Rushan Seth), primer ministro de la India, hipnotizan al marajá, quien es un niño.
Aunque se criticó la violencia de la cinta, el argumento tiene dos personajes que le dan equilibrio porque poseen rasgos hilarantes, especialmente Willie (encarnada por Kate Capshaw, quien después del rodaje se casó con Spielberg) porque así fue concebida.
Ella es una cantante, que prefiere la vida cómoda y es egoísta (los detractores la califican de tonta). Conoció a Jones por casualidad cuando él la rescató de una balacera. Spielberg explotó su carisma con un personaje cómico, a través de situaciones como el banquete en el que le sirven helados de seso de mono y otras excentricidades orientales.
Shorty (Ke-Huy Quan) era como una especie de ayudante para Jones, quien representaba su figura paterna, puesto que se trata de un niño huérfano.
La idea fue combinar una historia siniestra, con aventuras y comedia. Muchos no conciben a Willie y Shorty como acompañantes de Jones, pero son ellos los que le dan peso a través de situaciones que otros consideren absurdas.
A Spielberg le interesaba entretener y lo consiguió porque el fuerte de la película no son las secuencias argumentales, sino la acción y los efectos especiales como el escape en el vagón, como una especie de montaña rusa. El espectador debe entender que lo que ve es una ficción, por eso no encaja un análisis acerca del humo que sale de los pies de Jones cuando detiene el vagón. Esa escena fue creada para que el espectador ría.
Queda claro que esa persecución y la escena del puente estarán permanentemente en la memoria de quienes vieron la película. A propósito, Spielberg es acrofóbico, le teme a las alturas y tuvo dificultades para rodar la secuencia del puente, pero eso es un tema independiente.