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Una noche cargada de nostalgia y puro rock and roll

Una noche cargada de nostalgia y puro rock and roll
29 de octubre de 2012 - 00:00

Momento emotivo. Mercedes Laad de Vallarino rompe en llanto cuando la voz de Roberto, su fallecido esposo, invade los alrededores del parque de Urdesa a la medianoche. De la garganta de él salían los estribillos de ‘La cita’, un  ‘cover’ del brasileño Roberto Carlos que había hecho suyo con Los Corvets, la banda que fundó y dejó cuando un infarto terminó con su vida terrenal la mañana del pasado 18 de septiembre.

Y aunque físicamente Roberto Vallarino Abitia no estaba en el escenario. Su voz llegó al corazón de  su familia, sus amigos y seguidores del grupo que surgió en 1962 como Los Pájaros de Fuego, que luego se convirtió en Los Corvets. Y penetró en el interior de las miles de personas que desafiaron al frío veraniego reinante en Urdesa, a través de la tecnología. La voz de Roberto había quedado grabada en una de sus incontables tocadas.

Roberta, Eugenia, Ina y Alberto, los hijos del fallecido bajista y líder de Los Corvets, también subieron al escenario, con lágrimas en los ojos por la emoción que les causaba el hecho de ver a tantos amigos de su padre juntos, como si él estuviera tocando también.

Su bajo y pañolón, que cubría su inevitable calvicie, eran mudos testigos de la tocada. Yacían junto a los amplificadores. A eso se añadía una imponente foto de Roberto en vida, al fondo del escenario.

Esposa e hijos de quien también fue un reconocido quiropráctico, soltaron unos globos blancos, que se negaban a volar por el fuerte viento.

Pero la noche no era solo por la nostalgia que generaba la desaparición física de Vallarino a sus allegados. La noche era para gozarla con canciones del recuerdo, las de Los Corvets con la voz de Amado Terán, el cantante que ha acompañado al grupo durante 12 años y que con patadas al aire, a ratos, recordaban a los mexicanos Luis Miguel y Emmanuel.

Y hubo un ‘abreboca’ también cargado de rock and roll, a cargo de Ángel Duarte, quien cantó y tocó la guitarra. Lo acompañó su hijo Ángel Jr. en el bajo y Carlos Alberto Tapia, el ‘Mono’, en la batería.

Juntos repasaron ‘Popotitos’ -original de Larry Williams para su Bony Moronie que luego popularizó Enrique Guzmán cuando cantaba en los Teen Tops-;  ‘Zapato roto’, de Los Náufragos; y ‘You may be right, de Billy Joel.

Pasadas las nueve de la noche.  El periodista Fausto Valdivieso y Polo Baquerizo leyeron la semblanza de Los Corvets que en vida había escrito Roberto Vallarino. Era un poco más de las nueve de la noche. En aquel momento, músico por músico subió al escenario como si fueran futbolistas que del camerino saltan a la cancha.

Luis González, el baterista, fue el primero. Le siguieron el percusionista Jorge ‘Tarrina’ Vega, Glen Falconez, quien reemplazó en el bajo a Roberto Vallarino; el guitarrista Carlos Vera, el tecladista Luis Izurieta y el vocalista Amado Terán. Estos últimos mentalizaron el concierto póstumo, al aire libre.

La banda abrió de inmediato con ‘Voy a pintar’. Después subió Roberto Bolaños González para que con su saxofón los acompañe en la canción ‘Que seas feliz’, mientras Alberto, el único hijo varón de Vallarino, vendía a 5 dólares los discos de Los Corvets como recuerdo de la mágica velada.

‘Mamarracho’, habitual de Los Iracundos, tampoco faltó en el repertorio clásico de Los Corvets.

Ernesto Lamilla, baterista de La Ola, y el guitarrista Tito Haensel, quien fue un ‘corvets’ a mediados de la década del 70, fueron otros invitados para la tocada. Ambos tocaron ‘Tiritando’.

Con Haensel y Bolaños en la tarima el ambiente se encendió aún más, a través del ‘Black magic woman’ y ‘Oye cómo va’, de Carlos Santana. Haensel ejecutó sus solos de guitarras con sus dedos y hasta con sus dientes. Con él y Vera también hubo duelo de guitarristas.

Las bromas de Terán eran también parte del show. Cuando Haensel desaparecía, comentaba que “las fans lo tenían secuestrado”. Otros decían que la ambulancia se lo llevó -en referencia a que había una en el parque y a que la mayoría de los músicos son mayores.

El repertorio también incluyó  ‘Bajando la rambla’, una de las primeras que grabaron Los Corvets (el sábado la tocó el baterista Javier Velásquez, otro invitado); ‘La balsa’, de Los Gatos;  ‘La lluvia que cae’, ‘Calla’ o ‘Puerto Montt’ (todas de Los Iracundos); ‘El extraño del pelo largo’, original de Roque Narvaja.

A la medianoche solo quedaba el homenaje con la familia de Vallarino, los globos, más ‘Y la ciudad duerme’, otra de Los Iracundos, que cerró el show con “gritaré/gritaré con fuerza/ y el cielo se abrirá/ y de cielo vendrás...” que se perdía en los alrededores del parque que a esa hora volvía a la calma.

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