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El Telégrafo
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Una noche a bordo de El Galeón de Arthur

Una noche a bordo de El Galeón de Arthur
03 de agosto de 2012 - 00:00

Aunque durante el día Galo Padilla vende purificadores de aire y de agua en su natal Quito, existen momentos en los que él le da rienda suelta a su fantasía de cantante. Había llegado a Guayaquil, a las seis de la mañana, con 24 compañeros más de la empresa Dracma, para una reunión en la sede del Puerto Principal.

En la noche, Galo y su ‘gallada’ buscaron un sitio donde liberar las tensiones del trabajo. Apenas ascendieron 53 peldaños del cerro Santa Ana y se toparon con El Galeón de Arthur, donde podía hacer realidad aquel sueño de cantar, aunque sea en un karaoke.

Y claro, como sus ‘cómplices’ comparten la misma fantasía, también abordaron ‘el galeón’, en el que la pequeña estatua de un corsario da la bienvenida a sus visitantes, mientras que en el piso alto reposan algunos barcos pirata a escala en vitrinas.

Los visitantes, que procedían de la Villaflora, Guamalí, Pomasqui, Calderón y otros barrios capitalinos, prefirieron la planta baja donde queda el karaoke.

Las torres de cerveza bien helada no podían faltar en su diversión, como para “calibrar” un poco la garganta, o más bien desinhibir un poquito más a los aficionados cantantes. Otros visitantes, como Virginia Pasquel, devoraban las cartillas que contenía la lista de éxitos de antaño para interpretar. Ella tenía en la mira las de Tormenta y Lucero.

No obstante, Galo fue uno de los primeros en tomar el micrófono. Escogió ‘Lo pasado, pasado’, del mexicano José José. Cerró sus ojos y en su mente era el mismísimo ‘Príncipe de la canción -claro que guardando las kilométricas distancias en cuanto a su voz-. Esa era su fantasía, y lo que menos le importaba era si cantaba bonito o feo, igual sus amigos coreaban cada verso, pasadas las nueve de la noche. Tenían una hora más para divertirse, antes de abordar el bus alquilado que los trajo de Quito a Guayaquil.

A esa hora, José Gabela y Anny Adiel Quiñónez, una mujer afrodescendiente, atendían en una barra a los clientes que poco a poco iban llegando. Casi con algunos consumidores apareció Arturo Zea, el propietario del local que abrió sus puertas en julio de 2001 y entonces lucía muy diferente.

Zea cuenta que para esa época ya tenía El Café de Arthur en las empedradas calles del barrio Las Peñas. Lo había inaugurado en 1999. Por eso fue invitado por el Municipio para abrir un nuevo local en el cerro, durante lo que entonces era un proyecto de regeneración urbana.

Según él, muchos dueños de negocios no tenían fe. Más bien temían ser asaltados. Zea se arriesgó y empezó con unas mesas y sillas que tenían parasoles. La barra original era un pequeño quiosco de cerveza, muy semejante al que utilizan los refresqueros. Ni siquiera había techo. Todo era prácticamente a la intemperie.

El propietario de El Galeón de Arthur rememora que, durante los primeros meses, los clientes padecían mucho frío por la brisa del río Guayas durante las noches, pues el local se abre a las seis de la tarde, y según el día (laborables o fin de semana) se cierra a la medianoche o a las dos de la madrugada.

Las ventanas de la planta alta, que permiten ver las luces del Malecón, el techo y la zona de músicos distan mucho de las primeras jornadas en ‘el galeón’.

En aquellas noches los músicos iban de mesa en mesa, tal cual como los lagarteros, y soltaban las canciones que los clientes pedían. Uno de esos artistas es William Rodríguez, quien guitarra acústica en mano había llegado del Café de Arthur. El sistema cambió cuando compraron un amplificador y pedestales para micrófonos.

Entre los invitados al sitio constan el rocolero colombiano Alci Acosta, por la amistad que sostiene con Zea. Lo mismo el actor Víctor Hugo Cabrera -famoso por la telenovela ‘Hasta que la plata nos separe’- y hasta cuatro candidatas al reinado de Miss Universo que se realizó hace ocho años en Quito. Las beldades cumplían aquella vez una agenda de fotografías en sitios turísticos de la urbe.

Los fines de semana acuden un promedio de 180 personas que consumen platos como arroz menestra, secos de chivo y pollo, milanesas, más una variedad de carnes a la plancha y al jugo.

Según Zea, sus precios alcanzan los cinco dólares, mientras que para beber El Galeón de Arthur ofrece tragos como mojitos, piña colada, saltamontes, Tom Collins, whiskies y cervezas.

Los tragos fuertes oscilan entre los 4 y 10 dólares, mientras que las bielas individuales cuestan un dólar con 40 centavos. Las heladitas también se expenden en torres de 9, 11 y 13 dólares. Los precios dependen de la capacidad de botellas en cada torre, que son de 4, 5 o 6.

Con el paso de los años, Zea ha entablado amistad con muchos de sus clientes, entre ellos Jacinto Echeverría, Armando Baque, Luis Pérez y Angélica Zambrano.

A las diez de la noche había más ambiente. El dueño del local se levantó para conocer a los cantantes, aficionados al karaoke que estaban a punto de irse. Otros recién subían a El Galeón de Arthur, ese en el que Arturo Zea es su cordial “capitán”.

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