Una asistente, un jeque y un científico se entrelazan en un amor imposible
Aunque está todo visto en la comedia romántica, la película ‘Un amor imposible’ le da un ligero manto de duda ya que agrega cierta complicidad en la que muy pocos directores han incursionado.
A grandes trazos, la comedia romántica se basa en dos personas que se conocen, se enamoran y terminan juntos, después de una pelea anterior al final. El filme de Lasse Hallström intenta algunos cambios, una mínima complicación del entorno que sostiene la película, y logra así una comedia efectiva, extrañamente, más tierna que romántica.
‘Un amor imposible’ es una historia de amor distinta, porque esa es una de las principales rarezas de un amor imposible: amor hay, pero besos… no tanto. Un guión complejo, que incluye una mirada política, va tejiendo la trama de situaciones y devenir de los personajes que se irán moviendo con demasiada casualidad para que los personajes se enamoren.
Vaya paradoja: si la belleza en cuestión es Emily Blunt, quien en ‘Agentes del destino’ debía escapar de unos misteriosos personajes empecinados en que ella no terminara junto al hombre del que se había enamorado, en ‘Un amor imposible’ pasa todo lo contrario: todas las fichas, y esta vez, sin justificación narrativa, se mueven a favor de la siguiente historia de amor.
Ewan McGregor interpreta a un científico de la pesca, cuya pareja se encuentra desapasionada. Obligado a encargarse de un proyecto absurdo e irrealizable (casi), llevar salmones al desierto yemení, donde conocerá a la representante del jeque árabe (Emily Blunt), una joven que recién comienza una relación estable con un marine.
Todo imposible (tal como reza el título del filme) hasta que las fichas comienzan a moverse. Ambos deberán viajar al desierto, en donde el soldado desaparece en acción, y el jeque resulta más casamentero que San Antonio. Pero una última duda persiste, a pesar del destino: ¿querrán los salmones, importados a la arena, hacérsela fácil a la dulce no-pareja? Se sabe: esos peces son caprichosos.
Lasse Hallström aprovecha lo mejor que tiene (que quizá no sea el guión): la simpleza de McGregor y la mirada caída de Blunt. La pareja protagónica saca a relucir toda su química, que es necesaria para sostener una comedia romántica donde los enamorados no se besan, y todo porque el fucking soldado está “desaparecido”, pero no lo han confirmado “fiambre”.
Contada con soltura y agilidad, la cinta incluye un gran personaje secundario que, por ser esta romántica distinta, no es amiga o madre sino vocera del gobierno inglés (la graciosísima Kristin Scott Thomas).
El filme de Hallström es, entonces, una película que intenta pasos distintos a lo convencional, que en ese intento a veces se pone forzada, pero que, en definitiva, consigue lo que todos los amantes de lo romántico van a buscar al cine: salir de la sala enamorados de la vida, que ésta es dura, pero a veces otorga unos mimos. Un amor imposible es ese mimo.