Enrique Guzmán sabe que su voz no es la misma de hace 40 años, pero se da mañas para suplir esa limitación. A ratos suelta vestigios de un tono vocal que aún retumba, pero sus seguidores -muchos de ellos con cabellos escarchados y con alguno que otro retoque facial para intentar ocultar ese inevitable paso del tiempo-  cantan más que el mismo artista mexicano, a quien ellos  consideraban hace más de cuatro décadas como el “Ídolo de la Juventud”.

Era el momento para recordar algún añejo romance en la discoteca Enrique’s, que el cantante tenía en Punta Carnero. De hecho, el mismo Guzmán compartió una de sus andadas, pero de otro sitio. Hablaba de “Pichi”, una chica que hace cuatro décadas se “ligó” (entiéndase como “conquistó”). “En algún lugar debe estar ‘Pichi”, decía el ex integrante de los Teen Pop, mientras una voz que se perdía entre las de otras 2.500 personas que acudieron al Centro de Convenciones, lo alertaba con un “Ella está aquí”.  “¡No mamen!, ¿aquí?”, bromeaba Guzmán, quien lució la noche del jueves pasado  negro saco amplio para ocultar la protuberancia abdominal que ha ganado con los años, más una nevada cabellera. Fue un Guzmán distinto al de aquellos días de las cintas “Romance en Ecuador” (1965) y “Caín, Abel y el otro” (1970). Distinto como Alfredo Ramírez, un ex banquero, y su esposa Ivonne Zambrano, quienes van rumbo a sus Bodas de Oro.

Después de la apertura de Los Iracundos -de los que solo sobrevive “Juano” Velásquez, su baterista fundador-, Guzmán apareció a las once de la noche con la introducción de My way (Frank Sinatra).

Con “Mi corazón canta” abrió su show, luego continuó con “Te seguiré” y su contagioso corito: “te amo, te amo, te amo/ tengo que gritarlo con todas mis fuerzas...”.

“Oye”, “Agujetas de color de rosa”, “Tu cabeza en mi hombro”, “Lucila” y otras adaptaciones al castellano del pop gringo formaron parte del catálogo previsto por Guzmán, quien basó su presentación  en las incontables gesticulaciones y sorbos de vino tinto que bebía de una copa, no sin antes brindar con su gente, que en su mayoría lo había visto por última vez el 20 de mayo de 1989 en el coliseo Voltaire Paladines Polo.

Casi a la medianoche soltó su lado más rocanrolero con guitarra acústica en mano, mientras sus sesentonas fans recordaban sus pasos “a go go”, armadas con cámaras y celulares para fotografiar a su ídolo. Guzmán apenas soltaba una que otra nota con el pulgar derecho, mientras que su guitarrista principal -tan viejo como él- se robaba la película con las “intro” de “Day tripper” (The Beatles), “Satisfaction” (The Rolling Stones), “Gloria” (original de Van Morrison y luego versionada por The Doors) y Pretty woman (Roy Orbison), previo a “Popotitos”, la canción que internacionalizó al mexicano.  Y después de eso vino “La plaga” (su célebre adaptación con Teen Pop de la original “Good Golly Miss Molly” que popularizó Little Richard). Y Guzmán la interpretó, pero con menos revoluciones que en sus años mozos, seguida por “Lupe”, que mezcló con “Ángel de la mañana”, con su público como coro y él como su director de orquesta.

“Acómpañame”, la misma que tituló en 1966 al filme que él protagonizó con Rocío Dúrcal; “Dame felicidad” y “Anoche no dormí”, avisaban el final del show, mientras un auto campero blanco esperaba por Guzmán en la puerta de salida de emergencia, detrás del escenario.

“Payasito”, con su eterno “sonreír, sonreír...” cerró su show, mientras Los Corvets se alistaban para saltar a la tarima a la medianoche, pero esa es ya otra historia.