Andrés Calamaro se alejó de la guitarra eléctrica durante su concierto en Quito, la noche del jueves, en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura. Una armónica y un piano fueron los instrumentos aliados para el recital que el argentino ofreció frente a un aforo completamente copado por sus seguidores.

Fue un recital ecléctico en el que el músico, conocido como ‘El Salmón’ a propósito del disco que lanzó en el 2000, se adentró en el bolero, el tango y hasta la salsa, bajo un esquema acústico nunca antes presentado en sus casi 40 años de carrera musical.

Bajo el nombre de ‘Licencia para cantar’, el argentino abrió su espectáculo con ‘El cantante’, icónica canción del salsero Héctor Lavoe y que marcó el inicio de una velada en donde las sorpresas dejaron a más de un fanático sumergido en un éxtasis musical.

La velada no solo incluyó temas pocas veces interpretados en vivo por el también llamado ‘Comandante’, sino que además hizo un repaso de sus canciones más emblemáticas en su paso por Los Abuelos de la Nada y Los Rodríguez, llegando incluso a interpretar clásicos del folclore latinoamericano. 

Acompañado de German Weidemer en el piano, ‘Toño’ Miguel en el contrabajo y Martin Bruhn en la batería y percusión, Calamaro tomó una armónica para interpretar ‘Libertad’ y con ello, la primera pizca de nostalgia se hizo presente en el lugar. La gente se animó a tararearla: “Creo que todos buscamos lo mismo, no sabemos bien/qué es ni dónde está”.    

     Aquello marcó la introducción de la temática  del concierto.  Y sin dar un breve respiro, cantó casi ocho temas sin parar, mientras jugaba con su cabello alborotado e interactuaba con el público que no paró de aplaudirlo con cada interpretación. 

‘Algo contigo’, del argentino  Chico Novarro, tema que también popularizó  Vicentico, fue la entrada para el segmento de sus temas emblemáticos como ‘7 segundos’, de su etapa en Los Rodríguez, y ‘El día que  me quieras’, de Carlos Gardel.  En el tema ‘Ansia en plaza América’ confesó que tiene una lírica semi autobiográfica. “Yo vivía por ese sector”, comentó. 

En la canción ‘Rock y juventud’, dijo que es una melodía que con el pasar de los años es como un ‘Romeo y Julieta por anticipado’. El público se animó con ‘La copa rota’,  de Benito de Jesús. También se dio tiempo para homenajear a su banda de juventud Los Abuelos de la Nada con  ‘Himno de mi corazón’.

Luego animó a la fiesta al decir: “Ahora todos pueden cantar”, antes de ‘Los Aviones’, ‘Tuyo siempre’, y ‘Para no olvidar’. Entre cada segmento, Calamaro también tocó el pandero, y en la mitad del show sorprendió al sentarse para tocar el piano por unos instantes. 

No podía faltar la clásica ‘Flaca’, canción que ya tiene 20 años, así como ‘Crímenes perfectos’, y ‘Mi enfermedad’.  En esta última, todo el teatro cantó:  “Estoy vencido porque el mundo me hizo así, no puedo cambiar”.  Ya era el final, y la gente  coreaba: “Olé, olé, Andrés, Andrés”.  Alguien de los asistentes le dio un capote de torero, Calamaro celebró la ocurrencia, y “toreó’ por segundos. Y así se despidió, en un concierto en el que el sonido acústico tuvo una ‘honestidad brutal’. (I)