El 10 de junio de 1994, el proyecto  que Oswaldo Segura había compartido con Tati Interllige se volvió tangible cuando inauguraron el Teatro del Ángel. Fue la noche que montaron segmentos de producciones del grupo La Mueca y de otras compañías para bautizar el primer escenario independiente de la urbe.

La decisión de construir este edificio ubicado en Urdesa Central, calles Bálsamos y Ficus, se debió al  cierre absoluto del Teatro Candilejas, en 1993, lugar donde realizaban taquilleras presentaciones que deseaban seguir produciendo.

Segura ya tenía reconocimiento a nivel nacional por el recordado personaje de ‘Felipito’ en la serie Mis adorables entenados, con el que se volvió popular en la pantalla chica. “Era una etapa fructífera a nivel económico, tanto que compramos esta casa vieja y empezamos a construir”, reseña sobre este inmueble que adquirieron en 40 millones de sucres, con ahorros y un préstamo que les facilitó el exbanquero y empresario Fernando Aspiazu, admirador de sus trabajos.

La construcción duró dos años dando forma a un espacio de 412 m2, con capacidad para 155 personas, de dos plantas, con camerinos y un bar. Además, aprovecharon la utilería despojada del Candilejas como el telón, butacas y el seguidor de iluminación que compraron.

Comedia de corte social

Interllige manifiesta que la propuesta inicial fue difundir el arte teatral de aquellas obras que ya exhibian en centros educativos, a través de campañas.

Esta mendocina, residente en Guayaquil desde hace casi 40 años, asevera que el público que engancharon fue el adulto, por el humor negro evocado en historias que tratan problemáticas sociales cercanas a su realidad.

Según la directora, la clave para cautivar fue apostar por las adaptaciones de obras emblemáticas con un lenguaje gestual y oral, con identidad nacional y digerible a la audiencia. “El humor es la manera más suave, fácil, amistosa de llegar y que crea empatías (...) pero no es un humor vacío, todas nuestras obras tienen un corte social”.

El legado actoral

Más que un escenario se convirtió en el laboratorio dramatúrgico donde se formó una generación que hoy destaca en la televisión. Actores como David Reinoso, Fernando Villarroel, Augusto Henríquez, Miriam Murillo, Sandra Pareja, Lucho Aguirre, Isidro Murillo, Marcelo y Fernando Gálvez, Andrés y Héctor Garzón, entre otros, se formaron con todas las técnicas teatrales, aprendiendo improvisación, expresión corporal, dicción, historia del teatro y cultura, música, pintura y más.

Héctor Garzón, presidente de la Asociación de Teatreros Casa del Teatro, certifica que estas intensas jornadas de trabajo continuaron divididas en talleres por la mañana, ensayos por la tarde y presentaciones en la noche, durante toda la semana.

“El artista tiene a veces la ilusión de revisar la realidad y pretender que puede hacer algo por cambiar la sociedad. A veces lo consigue y un poquito eso es lo que nos ha animado a los de mi generación”, dice el dramaturgo Marcelo Gálvez, quien cree que es mayor el aporte recibido por la forma en que lo honraron con destacados papeles. “Con Oswaldo me siento dirigido y me halaga diciendo que los papeles que me da solo yo los puedo hacer”.

Andrés Garzón, actor de la popular serie Tres familias, cree que este teatro le permitió crecer  y se convirtió en un estudio de grabación de producciones que llevaron a  la televisión. “Era una máquina de hacer obras, fuimos un nido de talentos; nos llamábamos los muequeros y decíamos ‘nosotros que éramos chiros y desconocidos, ahora somos chiros pero conocidos’”.

Los que se formaron en este teatro consideran que las taquilleras han sido Un guayaco en Hollywood, Maestra vida, ¿Quién mató a Palomino Molero?, Taxicoca; y las de reciente éxito Mi mujer nunca, Chiros y desconocidos, y Amores en tiempo de whatsapp.

El elenco que protagonizó Mis adorables entenados ensaya en estas tablas el proyecto que llevarán en formato teatral, a tres ciudades de Estados Unidos. La propuesta consolidada luego de su reencuentro en 2016, se convertirá en una película con escenas que grabarán en dicho país. (I)