Santiago Naranjo, actor de 49 años, conocido por sus personajes como ‘El Chagra’ o ‘El Chapita’ es un referente del humor. Con el primero, apareció en la serie Dejémonos de vainas, y con el segundo realizó campañas con el Municipio capitalino. Así, su rostro se volvió familiar para los televidentes, junto con sus ocurrencias.      

El comediante, ganador de un premio Demetrio Aguilera Malta, ya tiene dos semanas de funciones con  la obra Dirección Anónima (1990), original del dramaturgo italiano Luigi Lunari, en el Centro Cultural Casa Toledo de Quito.  

En su reciente obra Dirección Anónima aborda una comedia un tanto distinta... 

Es una comedia del teatro de lo absurdo. Aprovechamos el paso de Fruzan Seifi en Ecuador para montarla y que la dirija porque recibimos clases con ella. La trama es una locura que nos hace reflexionar sobre la vida.  Son tres personajes: un militar, un empresario y una profesora que se encuentran en un sitio, pero no saben dónde están.  Comparto escena con Valentina Pacheco y Manolo Morales.  

Fruzan Seifi es una actriz iraní que se formó en el Actor’s Studio en Nueva York, en 2003. Ahora reside en Italia, y también es profesora de actuación.   

¿Considera al teatro como su terreno profesional óptimo?

Sí, desde siempre. Comencé a los 12 años haciendo títeres, hasta que debuté formalmente con ‘Las Brujas de Salem’ en 1987.

Pero también tuvo formación actoral en Argentina...

Sí, en Buenos Aires estuve 8 meses en 1992, y luego en 1996. Allá estudié pantomima en el Centro Cultural San Martín.

Sus personajes, en el  teatro o televisión se han vuelto populares, ¿a cuál le tiene más cariño?

Yo les quiero a todos. Inicié en la televisión con ‘El chagra’, en la serie Dejémonos de vainas, luego vino Floresmilo Suasnavas, el personaje para el Municipio de Quito. Esos son los más reconocidos. También está el de la serie Acolítame. Y ahora en TC Mi Canal, con doña  Sugeidy, con ella ya tengo 9 años. 

Y en la televisión, además de conductor, también hace  reportajes de noticias...

Me llevaron al programa De casa en casa, de TC. Y ya desde hace un tiempo hago noticias de la comunidad. ¡Claro!, siempre le pongo mi toque personal y de buen humor a las notas. Si no, cuál sería la diferencia con los demás.

¿Cómo recuerda su participación en la película Sueños en la Mitad del Mundo (1999)?

Ese filme fue la ópera prima de mi hermano Carlos. Si no, quizás no habría actuado (risas). Fue una experiencia de mucho aprendizaje porque compartimos con el actor argentino Héctor Alterio. Nosotros esperábamos una dirección, y él solo resumía todo en una frase: “Esto tiene que ser creíble”.  

¿Cómo es Santiago cuando no está actuando? Por ejemplo, en casa...

Mi esposa decía que tengo mal genio. Ahora no, porque he aprendido de mis hijos. Son cuatro: Nicolás, Ana Paula, Candela y  Manuela. Tengo que trabajar mucho por ellos.  

¿Cuáles son sus próximos planes?

Graduarme. Recién egresé de una maestría teatral en la Universidad Central. Estoy haciendo mi tesis sobre la ayuda para padres de chicos con discapacidad.

Entre la comedia y el drama, ¿cuál prefiere?

La comedia me gusta más. Pero hay algo irónico, es con el drama que obtuve el premio Demetrio Aguilera Malta con el cortometraje Yo sí que no tengo a nadie, dirigido por mi hermano Carlos.  Por eso me gustan las cosas distintas, son un reto para el actor.

Y es con el drama que le llega una oportunidad para filmar en Colombia en 2002, ¿cómo surgió?

Sí, eso fue en la serie Historias de hombres solo para mujeres. Surgió porque fui a Colombia por el programa Quién quiere ser millonario. Me hicieron la propuesta y me quedé filmando en Bogotá por 3 meses.     

Si Ecuador fuera una obra de teatro, ¿cómo le llamaría?

¡Buena pregunta! (risas), creo que  un buen título sería: ‘Ensalada de frutas buscando acuerdo’. 

¿Qué significa el humor?

Lo mejor. A mí me gusta hacer reír a la gente. Porque para llorar, está la vida. Una vez en un capítulo en Dejémonos de vainas se lanzó al chagra de candidato a Presidente.  Y en una de las tardes, una señora me abrazó en la calle, y me dijo: “Voy a votar por usted, porque nos hace reír, porque los políticos solo nos hacen llorar”. (I)