Richard Swanberg tiene la piel colorada y los ojos verdes pardos y expresivos. No es tan alto, o quizás lo fue, pero el paso de los años lo redujo a estatura promedia e hizo que su cabello deshabitara gran parte del cráneo, sobre todo aquella área que algunas madres de familia llaman ‘la mollerita’.

Quien lo ve y -más precisamente- quien lo oye cantar éxitos de Frank Sinatra, juraría que es extranjero, pero curiosamente, Richard es más guayaquileño que el mismo encebollado, pues nació nada menos que en la maternidad Enrique Sotomayor, hace ya 62 años.

Justifica su apariencia a manera de conversación: “Mi papá es sueco-ecuatoriano, mi abuelo paterno, sueco-americano. La que sí es 100% ecuatoriana es mi madre. De hecho, soy descendiente del escritor local José Antonio Campos (conocido narrador que obtuvo renombre en la prensa local como Jack the Ripper)”.  

A excepción de Campos, casi todos en la familia de Richard son músicos por afición, pero él es el único que llevó ese cariño por el arte melódico a niveles profesionales. Este 2013 cumple 40 años en escenarios y como parte de ese aniversario ofrece hoy un concierto en la Alianza Francesa con éxitos de música afroamericana.

Aunque de su padre aprendió a tocar guitarra, cantó boleros en su infancia y hasta  tuvo una agrupación de rock en su adolescencia, el verdadero encuentro con su vocación se dio en el viaje migrante a Estados Unidos que hizo durante su adolescencia.

Joven e inexperto aún, armó otra banda en Miami con unos cubanos, con la que tocó en quinceañeras y actividades de entretenimiento privado. Esa vivencia le abrió las puertas para otros grupos, entre esos uno americano. Ya a los 19 años, su hoja de vida laboral tendría como principales atractivos la participación telonera en conciertos de Steve Miller Band y The Chambers Brothers.

Eran tiempos en los que Richie dejaba en libertad una melena rockera que años más tarde habría de suplantar por un look más sobrio, acorde a la música que lo cautivó y que hace suya hasta el día de hoy en shows privados: el blues, el jazz, el country, que aprendió a interpretar durante el tiempo que vivió en Estados Unidos.

Se acerca a esos géneros por trabajos extras con gente mayor. Se codeó con profesionales que hacían las veces de escultores de ese diamante musical que decidió abreviar sus nombres verdaderos y darse a conocer artísticamente como Richie Swan. Rebautizado en el mundo del espectáculo, aborda cruceros por todo el mundo, llega a los hoteles más lujosos de Guayaquil, La Florida, el Caribe y el Mediterráneo.

Reconoce, no obstante, que el mundo de la solvencia económica no ha sido su único escenario. Richie también ha tocado en barrios estadounidenses en los que debía tener cuidado con su vida. “Había zonas en las que antes de salir a tocar tenía que asegurarme de que alguien esté resguardándome bien armado”, cuenta sobre su experiencia laboral.

“Me hice profesional”. Suelta la frase aún con entusiasmo, como un niño que hizo algo bien y quiere gritarlo al mundo. Actualmente se dedica a sus conciertos, a construir melodías en plataformas virtuales y a ser docente de música en la escuela Un Rayito de Luz, que pertenece a una fundación estadounidense que educa a niños de escasos recursos en Chongón.

El orgullo que siente por sus logros no suena a prepotencia. Richie es humilde al hablar y al recordar cómo debió aprender a ser músico. De forma académica estudió piano y guitarra, el resto: cantar como Sinatra, como James Brown y complementar sus puestas en escena como un showman, lo logró gracias a eso que él resume en la frase: “absorbía todo lo que veía”.

Un punto a favor de esa época en que su carrera alcanzaba el auge fue el boom musical en el que tuvo la oportunidad de crecer. “A Estados Unidos llegaban músicos de todo el planeta. En cualquier sitio se presentaban espectáculos de calidad profesional. Era sorprendente. Yo viví esa bonanza y aprendí mucho”, recuerda.

Ese tiempo también le permitió comprender otra de sus grandes máximas: “Mientras más sepas del mundo del espectáculo, mejor”. Aprendió a tocar batería, bajo, acordeón e incluso es su propio sonidista.  Es decir, Richie es una orquesta completa, una que complementa un show con comedia, con interacción y con un dominio escénico que cautiva.

Además de Sinatra, en su repertorio entran, Nat King Cole, Tony Bennett, Dean Martin… Eso por nombrar algunos. Su experiencia artística le permite en escenarios dominar idiomas como el italiano, el francés y el hebreo. Este último aprendido gracias una de sus exesposas (se casó tres veces).

Con un playlist lleno de covers y tal historia escénica, surge nuevamente una inquietud: ¿tiene Richie Swan canciones propias? “Muchas, pero aun no he llegado a esa faceta de mi vida”. Cuando lo haga, se enfocará en música al estilo afroamericana, a la que llama su especialidad y con la que protagonizará su espectáculo esta noche.

No todo ha sido perfecto para Swan. Admite que debió lidiar con las drogas. Muchos de sus compañeros de orquesta se sumergían en ese mundo y ponían en riesgo la estabilidad de las agrupaciones. Aunque estuvo tentado muchas veces, jamás se vio involucrado. Lejos de salir con discursos moralistas, concluye la entrevista con una explicación objetiva: “No podía caer en vicios. Quería ser profesional, y un profesional no puede hacer eso”.

EL CONCIERTO DE ESTA NOCHE SERÁ VARIADO

En el show que Richie Swan ofrecerá en el auditorio de la Alianza Francesa, a las 19:30, cantará temas de Barry White, Bee Gees, Kool and the Gang, James Brown, Earth Wind and Fire, Lou Rawls, The Village People, Steve Wonder, The Commodores, Aretha Franklin, entre otros.

Con el fin de recordar la época de oro del disco y soul del final de la década de los setenta. La entrada cuesta $ 5.

ALGO MÁS

Su arte

Puede escuchar cantar al artista Richie Swan a través de este sitio electrónico: www.reverbnation.com/richieswan