El argentino tocó ‘solo al piano’
Páez cantó con fans que no esperó en el escenario
Fito Páez no esperaba que cuatro filas de asientos con 200 personas lo corearan de derecha a izquierda en el escenario. “Esto es inédito”, dice antes de iniciar su concierto ‘Solo al piano’, esta vez frente al Grand Piano negro Steinway & Sons, del Teatro Sánchez Aguilar, la noche del martes pasado.
La situación lo compromete. Entonces, pide a quienes osaron pagar para colársele en el escenario, sin ser su banda, que apaguen todo si no quieren que se raye, y en honor a su concentración.
“Los planetas se han cruzado porque esto es inolvidable, lo que está pasando aquí, no pasa en ninguna parte del mundo. Ramón, -dirigiéndose a Barranco, el director artístico del teatro- nunca más”, dice en el micrófono ironizando respecto a las sillas sobre su escenario.
Desde que bajó del avión, Fito cuidó su voz y, a su pedido, no hubo aire acondicionado en el teatro. En la rueda de prensa en la que prefirió evadir los protocolos y soltarse para hablar de la música, su espacio de libertad. Llevaba un abrigo naranja que no soltó sino solo para cambiarlo por una chaqueta negra de cuero que se colorizaba bajo la luz cenital lila.
“Y dale alegría, alegría a mi corazón, es lo único que te pido al menos hoy”. Fito Páez inicia su repertorio con una canción en la que hacía dúo su expareja, la cantante Fabiana Cantilo en 1990.
Decía que había preparado una “lista hueso” que nunca respeta y que esta vez, por el formato del concierto, solo su voz y piano, lo lleva a escoger lo que resalte su tono y le permita ser “un poco más juguetón”. Cumplió su promesa. A la tercera canción decidió rendirle un homenaje a Charly García, el músico por quien el cantautor rosarino declara “soy alguien, sin Charly no sería nadie”.
“Nosotros tenemos la suerte, aparte de estar vivos, el privilegio de compartir, en este mundo que arde, con uno de los genios más grandes que ha dado la humanidad”. El público no esperó más palabras y gritó: “Charly”. A Fito le encanta pelear con sus fanáticos y le habían dado motivos. “No, déjame hablar pelotudo, qué pavote no, la especie humana”. El público insiste y Páez ironiza: “¿Y si fuera Spinetta (que ya está muerto)?”. Sí es Charly García y el preludio sirve para introducir ‘Desarma y sangra’, una canción que cuando la canta el bicolor, también lo hace solo al piano, con la tristeza que revive el momento en que fue escrita: la dictadura.
Páez da vuelta por su repertorio más conocido: ‘Al lado del camino’, ‘La rueda mágica’; ‘Giros’, ‘Un vestido y un amor’. Versiona ‘El breve espacio en que no estás’, de Pablo Milanés y evoca “los festivales de música que se hacían en La Habana y reunían a todo el mundo y que ya no se hacen más en ningún lado del mundo”. Amagó con irse. Volvió para cantar ‘a capela’, pedirle silencio al público. Canta ‘Yo vengo a ofrecer mi corazón’, solo, sin piano, en un acto de confesión. Retornó a las teclas del piano. Tocó ‘Dar es dar’ y ‘Mariposa tecknicolor’. Fito Páez se fue y el público pidió más, pero no volvió. La gente no se cansaba de él. (I)