Noches de cabaret, un ‘happening’ fallido
El poco público que se ubicó en el patio de la Casa Clandestina, en Urdesa (Guayaquil), mataba el tiempo tomando cerveza o conversando mientras esperaba el comienzo del ‘espectáculo único en su especie, cargado de humor y erotismo’, según decía la invitación que llegó a este diario, y por la que fotógrafo y periodista éramos también parte del público en espera, la noche del sábado.
De pronto, la espera es interrumpida por 2 mujeres que vienen desde adentro de la casa, la una vestida de doméstica de casa rica y la otra con un traje corto negro y una peluca con un afro más grande que el usado por la activista negra Angela Davis en los combativos años 70. Una de las actrices nos explica que a continuación veremos un video para entrar en calor (o ponernos calientes que fue lo que textualmente dijo) y prepararnos para lo que vendría luego.
Hasta aquí, todo era expectativa sobre lo que prometía la obra, de título ‘Noches de cabaret’, una creación colectiva dirigida por Carolina Piechestein y definida por sus autores como un ‘happening’, algo jamás visto en Guayaquil, y que tiene como objetivo la provocación.
El video muestra a un hombre de mediana edad, al que el sudor le corre por la espalda mientras arregla un instrumento musical.
Una chica, a la que la cámara le enfoca unos labios parecidos a los de la actriz Angelina Jolie, observa con deseo su espalda. Solo cuando termina su labor él la lleva a una mesa. El video termina y los asistentes pasan al interior de la casa, a una sala donde se sientan sobre alfombras y se les indica que deben ponerse un antifaz. Al mismo tiempo una voz aconseja respirar hondamente y concentrarnos en un punto rojo. Toda esta preparación fue para escuchar las historias ‘eróticas’, narradas por un hombre mientras alguien deposita hollejos de naranja en la boca de los comensales, al igual que una sustancia pegajosa.
En este momento la expectativa se ha diluido y los asistenten tratan de evitar más alimentos brindados, además de la literatura confundida con erotismo.
Lo que sigue luego: La representación de un cabaret, donde una madama y sus pupilas son los personajes creados para supuestamente desacralizar el sexo. Y utilizando parlamentos repetitivos que pretenden ser humorísticos, interactuan con el público para cumplir así las normas del ‘happening’. En un ejercicio de culto fálico que pretende subvertir el lenguaje, la madama le dice a alguien del público: ‘Te gusta la v....’
Para cerrar, una chica de nombre Doménica Menessini, canta. Es un homenaje a Almodóvar, según comenta la directora.
Pero los kitsch de los filmes del español Almodóvar se apoyan en un buen guión, dirección y actrices de primera. En esta obra falla todo eso que al cineasta le sobra.