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‘No’ relata la problemática de Chile tras la dictadura de Augusto Pinochet

‘No’ relata la problemática de Chile tras la dictadura de Augusto Pinochet
13 de abril de 2013 - 00:00

Aunque estuvo candidatizada al Oscar como mejor película de habla no inglesa, el premio se lo llevó la cinta austriaca ‘Amour’; no obstante, el chileno Pablo Larraín sale airoso en su desafío de aunar documental y ficción en el filme ‘No’, el cual contiene trazos autobiográficos de su director.

Hijo de un antiguo senador y una exministra que emprendieron el camino del exilio, Pablo Larraín siempre ha querido plasmar la oprobiosa dictadura de Pinochet.

El director de cine tenía 12 años cuando, en 1988, el dictador convocó a un referéndum que debía revalidarlo en la presidencia. Un joven ejecutivo publicitario (Gael García Bernal) que ha regresado a Chile tras su exilio mexicano, se encarga de la campaña a favor del no.

La angustiante vigilancia de los vasallos de la dictadura y las propias contradicciones de los demócratas lo sumergen en un infierno del que saldrá por su tenacidad (Pinochet perdió con casi el 55 por ciento de votos en contra).

En el plebiscito, llevado a cabo el 5 de octubre de 1988, venció la oposición: del total de votos escrutados, el Sí obtuvo el 43,01% y el No, el 54,71%. Conforme a las disposiciones transitorias de la Constitución, este triunfo implicó la convocatoria de elecciones democráticas conjuntas de presidente y parlamentarios al año siguiente, que conducirían tanto al fin de la dictadura como al comienzo del periodo llamado transición a la democracia el 11 de marzo de 1990.

En pocas películas la ficción y las imágenes extraídas de documentales y programas televisivos se entrelazan con tanta perfección. La cinta cuenta con un reparto encabezado por Gael García Bernal, Alfredo Castro, Luis Gnecco, Antonia Zegers y Néstor Cantillana.

Larraín, director de la película, filmó en el soporte de vídeo U-matic 3:4, que se usaba a fines de la década de 1980, para dar mayor realismo a las escenas, desechando el uso de las cámaras modernas. De esa manera consiguió que la textura y los colores de los documentales de la televisión chilena de aquel tiempo se confundieran con las escenas de ficción.

“Yo crecí en los años 80, durante la dictadura. Lo que veíamos en la televisión, ese vídeo de baja definición, era un imaginario sucio que no se podía registrar de manera prístina. La memoria colectiva está llena de esos recuerdos de oscuridad, tristeza, entre otros factores. Filmar en cine o con las cámaras digitales de alta definición actuales hubiese generado una distancia con la imaginería de la época. Era importante esa fusión y ahora al verla no sé bien cuál es el material nuestro y cuál el de la televisión”, refirió el cineasta.

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