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Entrevista / ruth coello / actriz y directora de teatro y televisión

"No me arrepiento de haber dejado la arquitectura"

"No me arrepiento de haber dejado la arquitectura"
Foto: Alfredo Piedrahíta / El Telégrafo
23 de marzo de 2017 - 00:00 - Redacción Telemix

Ruth Coello no es la arquitecta de edificios en la que quiso convertirse hace tres décadas. No obstante ha construido, desde entonces, una carrera actoral con personajes para teatro y televisión.  

El más reciente es Ana María, madre de gemelos que huye de su esposo maltratador. En el camino pierde a uno de sus hijos, quien se cría con odio hacia ella por los cuentos de su padre. Ana María es uno de los personajes centrales de la serie 4 cuartos, que se estrenará el 4 de abril en TC Televisión.

¿Cómo surgió el personaje de Ana María para el seriado 4 cuartos?

El ‘Churo’ (Fabrizio Aveiga, el guionista) crea personajes basados en su realidad y entorno. Él nos dice que Ana María es un homenaje a su propia madre. Propone que el televidente vea el reflejo de un genuino amor de madre por sus hijos.

¿Qué características tiene?

No es el arquetipo de la madre sufrida en un dramatizado. Es una mujer guerrera, pese a la desgracia.  Se aferra a su hijo, tanto que lo sobreprotege y no tolera que ninguna otra persona le haga las cosas. Ese excesivo cuidado convierte a su hijo Alexánder (interpretado por Víctor Aráuz) en una persona insegura en sus decisiones. Duplica su cuidado con Alexánder para compensar la pérdida de Paúl, su otro vástago (también personificado por Aráuz). Incluso es una mamá metiche en las relaciones de Alexánder. Para ella ninguna vale la pena, en especial Rebeca (encarnada por Carolina Jaume). Según la trama Ana María tendrá la razón.

¿Cómo construyó el personaje?

Lo construí desde lo visual y externo. Quise alejarme de lo que soy como Ruth Coello al punto de  ni siquiera reconocerme en el espejo. A partir de ahí le añadí características muy opuestas a mí, que se reflejaron en detalles como los colores o la forma de vestir. Así, sin rastros de lo que soy, seguí con lo interno, pues lo visual me ayudó a concebir el personaje. Recurrí a mi propia vivencia como madre. Uno de mis hijos (Yannick Avilés) vive alejado de mí, en Buenos Aires; el otro (Adrián Avilés) vive conmigo.

¿Cuándo empezó ese proceso?

En diciembre pasado supe que interpretaría a ese personaje. Luego estuvimos en un taller actoral que nos dio Itzel Cuevas. Básicamente en enero empezó el proceso de construcción más profundo. Son cerca de tres meses de trabajo.

¿Cómo logra dirigir y actuar al mismo tiempo en televisión?

Una ventaja es que conozco al equipo técnico y actoral. Con Víctor, a quien dirijo en Los hijos de Don Juan, he desarrollado una gran amistad. Eso nos permite tener química a la hora de actuar.  Como directora tengo todo el peso de la responsabilidad, pero en la actuación mi personaje depende de mí, de mi caracterización. Es un trabajo de doble compromiso. Cuando estaba en Los Hijos de Don Juan conocía el perfil de cada personaje y eso me ayudaba a dirigir al equipo. Como actriz en 4 cuartos recurrí al director de cámaras Juan Salazar, quien trabajó conmigo en Aída. Él conoce mis lugares comunes en la actuación y me guía.

¿Qué prefiere dirigir o actuar?

Antes de Los Hijos de Don Juan solo tenía experiencia como directora teatral. En la televisión es distinto. Tengo que estar pendiente de que el actor no afloje la actitud de su personaje, según donde se dirija la cámara.  Se puede ensayar entre cada escena. Si sale mal al grabar se puede repetir hasta que quede lista para su transmisión. En teatro es diferente porque la reacción e interacción con el público es inmediata. Se ensaya durante los días del montaje y en la  presentación si ocurre alguna equivocación sale así. Ahí el actor cuida que el espectador no descubra el error,  pues tiene la ventaja de que solo el intérprete y el director conocen el contenido de la obra. Lo que se hace es corregir el error después de la función para evitarlo en la siguiente.

¿Cómo labró su carrera teatral en una época difícil en Ecuador, como la década del 80?

A punta de convicción. Fue una época difícil porque los actores eran mal vistos y no había teatro en los colegios. En Guayaquil solo existía El Juglar, que con el tiempo abrió el camino a otros grupos.  Después la incursión de Mis adorables entenados en televisión amplió el espectro.  Surgieron oportunidades de dar clases de actuación en colegios. Los dramatizados en la televisión se expandieron y confiaron en talentos formados en el teatro.

¿Qué dramatizados le dieron esa oportunidad?

Debuté en un capítulo sobre el violador Daniel Camargo Barbosa para De la vida real, también participé en Archivos del destino. Mi primera telenovela fue Corazón dominado, luego actué en Kandela,  Cholicienta, Aída y Estas secretarias. Así labré mi camino en la televisión.

¿No se arrepiente de haber dejado sus estudios de arquitectura?

Siempre me gustó la actuación. Cuando tenía 12 años participaba en obras bíblicas porque mi familia y yo éramos Testigos de Jehová.  Cuando llegué a la universidad me encontré en la calle con Hugo Avilés, quien fue mi esposo y también mi vecino. Él me invitó a unos talleres de teatro. Luego participamos en una obra (Los vampiros, de José Martínez Queirolo). Fue el inicio de  incontables puestas en escena.  Éramos jóvenes y rebeldes. En esos días queríamos transmitir lo que pensábamos con obras inéditas.

¿Dónde se presentaban?

Nos presentábamos en la Casa de la Cultura, en la Espol, luego viajamos a Colombia y Brasil para aprender más de este oficio. Asimilamos también del grupo Malayerba en Quito. La sociedad entre Hugo y yo nos permitió en aquel tiempo sentar las bases de lo que hoy es el grupo Fantoche. Dejé la arquitectura por el teatro y no me arrepiento. (E)

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