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Ecuador, 11 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Miley Cyrus combinó sus éxitos con algunos ajenos

“¡Qué lance la primera piedra el que no haya tenido ídolos juveniles!”, fue la sentencia de Martha, de 36 años, que observaba a su hija, Rafaela, de 9, y cómo esperaba impaciente el show de Milley Cyrus, en el estadio Olímpico Atahualpa, el pasado viernes.

“A mí me gustaban Menudo, Parchís, y usted parece que es de la generación de los New Kids on the Block… Pues es así, son recuerdos inolvidables de esta edad. Fíjese que gasté 400 dólares para venir a las primeras filas con tal de que mi hija viera de cerca a Hannah Montana”, dice Martha, sin prestarle mucha atención a la presentación del telonero local, Brandao.

Como Martha y Rafaela, cerca de 15 mil personas, especialmente niñas, llegaron al concierto de Cyrus, con el que inició su gira mundial Gypsy Heart en Quito.

1-5-2011-espectaculos-miley-cyrus-gira-2Antes de las 21:00 había muchas expectativas, quizás demasiadas para lo que se pudo admirar al final. En realidad el escenario de 52 metros cuadrados, de tres pasarelas y 178 luces robóticas, no lucía tan impactante, al menos no al nivel que se esperaba. Aunque la cantante bailó, se emocionó y lloró en medio de su presentación, no logró una empatía absoluta con sus fans. Y eso fue evidente.

Eso sí, es indudable que tiene una voz educada al extremo y un grupo de bailarines que  posee la destreza para interpretar desde ballet hasta ritmos más callejeros como el hip hop. Y claro, a todo eso hay que agregarle una banda de talentosos músicos profesionales.

Todo estaba planificado en su espectáculo; desde el principio se sabía que iba a cantar 22 canciones, con algunos covers. Eso sí, su rueda de prensa del pasado jueves fue desafortunada. No pasó de nueve minutos y en el transcurso varios de sus representantes intentaban escoger algunas preguntas y censurar otras. Esa descoordinación provocó que la cantante se sintiera incómoda y que no pudiera recordar a plenitud detalles sobre su corta vida y su larga trayectoria en la música, en la televisión y en el cine.

El concierto comenzó a las 21:15. Martha y otra mamá se contuvieron las ganas de taparse los ojos cuando la vieron salir con un vestuario provocativo: el cabello rubio, ensortijado y suelto hasta la cintura, botas, ligueros negros, short y pupera… Al estilo Britney Spears o Cristina Aguilera. Liberty walk, su éxito Party in USA, Kicking and screaming y Robot, iniciaron el show que, según lo previsto, duraría una hora y media. Luego de estos temas Cyrus  homenajeó a Joan Jett, la ex The Runaways, a quien admira y con la que pudo compartir escenario en un programa de Oprah Winfrey.

Con una pinta más dark, ingresó al escenario y cantó Every rose has it’s thorn, de Poison, como homenaje a su padre, el cantante Billy Ray Cyrus, quien es amigo personal de la banda. Martha y otros padres y madres recordaron, entonces, viejos tiempos. Hasta hubo un espacio para el tema más conocido de Nirvana: Smells Like Teen Spirit. Más de un papá coreó y movió la cabeza, de arriba abajo, en esos momentos, ante sus hijos.

Cyrus, en cambio, conmovida con la letra de Obsessed estalló en llanto y pidió disculpas por hacerlo. Llegaron otros temas como: Forgiveness and Love y 7 Things. En ese momento, Johanna, una muchacha de 14 años que grabó todo el evento en su celular, le contó a varias de sus amigas que Miley escribió la letra para Nick, uno de los Jonas Brothers, cuando mantuvieron un romance.

El concierto se alargó. Las pulseras fucsias y lilas iluminaban la general sur, la preferencia y la tribuna del Atahualpa. Landslide, en acústico, tenía un cierto aire a country, quizá recordando los orígenes musicales de su padre. The climb fue el clímax de la noche.

Después de un receso, Cyrus regresó para interpretar dos temas: See you again y My heart beats. Terminó con Who owns my heart, a las 22:45. Los padres lucían exhaustos. Sus hijos pedían otra canción. Martha sintió el peso de un día duro de trabajo, el trajín de recoger a su hija y llevarla   hasta el estadio pese al pesado tráfico, decía que no podía más y rogaba que terminara el evento. Pero admitía que su “odisea” era nada en comparación con lo que vivían los padres que agotaron los vuelos desde Guayaquil y los  que llegaron en autobús desde interior del país.   

Al final, antes de las 22:00, había un cierto aire de alegría en las avenidas Naciones Unidas y 6 de Diciembre, a pesar del frío y de la resaca de un aguacero típico de la capital.

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