Los Panchos que pusieron a cantar a un Puma noble
El hecho de que José Luis Rodríguez, El Puma, cante junto con el trío Los Panchos en el mismo escenario no es algo nuevo. Es más, los tres volúmenes del disco “Inolvidable”, que grabaron entre 1997 y 2001, confirman aquella química.
Y esa fusión de voces era esperada por las cerca de dos mil personas, entre madres e hijas, algunas cincuentonas y otras mayores de cabellos teñidos en tonos caoba para ocultar las inevitables canas, acompañadas por sus esposos de también cabellos escarchados.
Eran dos grupos de público distinto, uno de ellos acudió la noche del viernes pasado al Centro de Convenciones Simón Bolívar para cantar con El Puma, desde sus asientos y luego al borde del escenario.
El otro público quiso recordar añejos boleros, esos que muchos hombres en algún momento de sus vidas les “prestaron” a Rafael Hernández Marín, Pablo Beltrán, Álvaro Carillo, Pedro Flores, Adalberto Santiago y otros autores, para enamorar a sus cónyuges.
A las diez y cuarenta de la noche, El Puma hizo un “break” a sus baladas y canciones bailables para llamar a Gabriel Vargas, el requintista y líder de Los Panchos; Jaime Islas y Taurino Vargas, primera y segunda voz, respectivamente.
El trío apareció en la tarima con el mismo traje negro con lentejuelas que había usado una hora antes para su presentación individual.
De inmediato dejaron escapar los primeros acordes y notas de “Perdón”, original del puertorriqueño Pedro Flores. Allí El Puma tomó la iniciativa vocal durante los primeros versos: “Perdón/ vida de mi vida/ perdón/ si es que te he faltado/ perdón/ cariñito amado/ ángel adorado/ dame tu perdón...”.
Para el coro se fusionaron las cuatro voces, las del cantante venezolano y las de los mexicanos. Era la intro para un tres más: “Sin un amor” y “Capullito de alelí”, que surgieron de la inspiración del boricua Rafael Hernández Marín hace más de seis décadas.
Antes de que “Capullito de alelí” terminara, un par de “roadies” aguardaban a un costado del escenario para desarmar los pedestales que Los Panchos utilizaban. El show de El Puma debía continuar.
Y el trío mexicano abrió el espectáculo a las nueve y cuarto de la noche con “Triunfamos”, aquella con su archiconocido estribillo: “Une tu voz a mi voz...”.
Escénicamente no es mucho lo que puede ofrecer esta nueva generación de Los Panchos. Se trata de una performance en la que sus tres voces convertidas en una sola, más algunos solos del requinto que salen de los dedos de Gabriel Vargas, justifican la inversión de quienes gustan de esas canciones que nunca pasan de moda y conservan la candidez casi perdida para galantear.
Con esa premisa y a punta de guitarreo, Los Panchos repasaron su repertorio con “Historia de un amor”, original de Adalberto Santiago; “¿Quién será?”, de Pablo Beltrán Ruiz; “Sabor a mí”; “Bésame mucho”, de Consuelo Velásquez; “Quizás, quizás, quizás”, de Oswaldo Farrés; “Me importas tú”, “La mucura” con su clásico corito “mamá no puedo con ella...”, y otras.
El Puma, acompañado por dos bailarinas vestidas con trajes rumberos, dejó ver lo que queda de su famosa melena (apenas un copete) a las diez de la noche.
Con esa pinta, el cantante y actor nacido el 14 de enero de 1943 en Caracas, soltó “Qué viva la alegría”, pero de inmediato bajó el tono de su show con “Voy a conquistarte” y “Culpable soy yo”, dos de sus baladas de la década del 80, sentado en un banco y sin el saco oscuro con el que apareció en el escenario.
“Hay algunos hombres que presentan a la mujer con el título ‘esta es la número uno, la madre de mis hijos’. Pero también están otras, las número dos...”, bromeaba Rodríguez que en 1974 adoptó la chapa de El Puma cuando encarnó a un personaje con ese nombre en la telenovela “Una muchacha llamada Milagros”.
Fue la intro para la canción “Amante eterna, amante mía”, que le escribió el compositor español Manuel Alejandro, el mismito que le ha regalado sus versos a José José, Raphael y otros artistas.
Del mismo Manuel Alejandro, El Puma repasó “Dueño de nada”, junto con “De punta a punta” y “Atrévete”, del disco homónimo de 1979, aunque faltaron otras clásicas como “Por si volvieras” o “Voy a perder la cabeza por tu amor”.
Pero El Puma no es solo baladas, que incluyen el lanzamiento de rosas a su público. Él sabe cómo hacer bailar a las fans, con las coreografías de sus bailarinas, que utilizaron tres atuendos diferentes. Los dos últimos en tonos blanco y negro y luego amarillo.
Entre las bailables que forman parte del catálogo de José Luis Rodríguez cantó “Pavo real”, la cumbia “Juanita bonita”, “La fiesta” y “Baila mi rumba”, que mezcló con “Agárrense de las manos”, la que cerró su concierto a las once y media.