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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Los minions se roban el protagonismo

Antes que nada... ¿qué son los minions? Simplemente son unos personajes antropomorfos, a quienes no se les entiende nada de lo que dicen,  tienen color amarillo, ojos saltones que están debajo de lentes para nadar, corta estatura y vestidos con overoles azules que cubren sus cuerpos capsulares.

Son personajes que surgieron del ingenio de Sergio Pablos, quien escribió la historia de ‘Despicable me’ (conocida en Latinoamérica como ‘Mi villano favorito’), con la ayuda de los guionistas Cinco Paul y Ken Daurio.

Desde entonces, pese a que la historia (se supone) está centrada en Gru (con la voz de Steve Carrell), un antiguo villano y ahora comprometido padre de familia, son los minions los que llevan el mayor peso hilarante.

Y no es que Gru y los demás personajes de esta película y su recién estrenada secuela (‘Mi villano favorito 2’) carezcan de gracia. Sencillamente los minions se roban protagonismo por los enredos en que se meten y salen a la vez.

En el primer filme aparecen como creaciones de Gru para intentar robar la luna y apoderarse del mundo, claro hasta que las entonces huerfanitas Margo, Edith, Agnes (interpretadas por Miranda Cosgrove, Dana Gaier y Elsie Fischer), lo convierten en un padre amoroso.

Para la actual película, los minions son secundarios en la trama que plantean los directores Pierre Coffin y Chris Renaud, porque el relato no es sobre ellos, pero son esenciales en el desarrollo.

De hecho, el éxito de esta secuela también tiene que ver con el hecho de que Coffin, Renaud, Paul y Daurio se hayan juntado nuevamente. De esa forma mantienen un mismo estilo e identidad.

Si en la primera cinta Gru pasó de un villano (convertido así por su dura infancia) a un progenitor responsable, la segunda completa la familia porque a las niñas les hace falta una figura materna.

Ahí encaja Lucy Wilde (Kristen Wiig), una agente de la Agencia Antivillanos que inicialmente secuestra a Gru para que trabaje en una misión secreta contra un malhechor que tiene una fórmula para transformar a otros en monstruos morados y peludos.

Gru despierta en la agencia, que está situada en el fondo del mar, y se niega a participar porque prefiere la calidez de su hogar y su fallido negocio de mermeladas que tiene con el Dr. Nefario (Russell Brand), otro ex villano reformado que extraña sus antiguos días.

Lucy siente atracción por Gru, casi desde el primer instante. Lo admira y se lo dice, aunque su enamoramiento lo oculta, tanto como el mismo Gru, quien tiene miedo de conseguir novia por un mal recuerdo de su infancia.

Ambos son enviados por Pierre Traserón (Steve Coogan) a investigar sobre quién tiene la fórmula. Gru sospecha de un tal Eduardo, dueño de un restaurante mexicano, es en realidad un villano de antaño llamado El Macho (Benjamin Bratt), quien había fingido su muerte.

Las situaciones hilarantes con los minions se da porque siempre acompañan a Gru, aunque también hay situaciones aisladas en las que estos personajes amarillos simplemente actúan como son, de forma natural, a punta de imprudencias.

Y eso se complementa con el hecho de que es un padre celoso (se irrita cuando Margo, ya pre adolescente, se enamora por primera vez y también tiene una decepción causada por el chico en que se fijó). Otro detalle es que los personajes están mejor definidos. Por ejemplo, las hijas de Gru. De Margo, ya conocemos. Edith es más luchadora y Agnes representa la ternura.

Lo demás es como en los típicos finales felices. Gru y sus amigos derrotan a El Macho. Y luego se casa con Lucy para darles una madre a las niñas. Al final su trasfondo es tan familiar como en la primera película, con los minions de protagonistas.

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