Aplauden la reapertura de relaciones entre la isla y el gobierno de Barack Obama
Los artistas cubanos convierten sus casas en coloridas galerías de arte
Mientras cientos de cubanos disfrutaban en el malecón habanero de una suerte de playa con sus sillas y sombrillas, que en realidad era una instalación del joven artista Arles del Río, la prestigiosa casa de subastas Sotheby’s en Nueva York vendía otra de sus piezas por $ 11.875, es decir 42 veces más que el salario anual del trabajador promedio de la isla.
Producto de un ávido mercado externo donde los creadores colocan sus obras y una exigente educación especializada que formó su talento de manera gratuita, este fenómeno podría incrementarse debido al deshielo en las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos y que permitiría a miles de estadounidenses viajar a la nación caribeña.
“Cuando yo estudiaba en (la escuela de arte) San Alejandro, mis padres casi me echan de la casa porque no escogí una carrera ‘de verdad’ y hoy por hoy hay una competencia porque los niños estudien música o pintura”, dijo a The Associated Press Max Delgado, un artista que hace grabados.
La tendencia es tanto una demostración de los logros de la Revolución cubana, que formó a miles de profesionales en un sistema educativo exigente, especializado y gratuito, como su dificultad para crear una economía diversa y sostenible.
Desde el comienzo de esta década, Cuba permite a sus ciudadanos trabajar en decenas de empleos independientes y autorizó, además, la creación de cooperativas.
Pero la inmensa mayoría de la población continúa en puestos estatales que pagan 23 dólares mensuales en promedio, aunque la salud y la educación son gratuitas y hay muchos subsidios a la alimentación y los servicios.
“Comparado con la media, viven muy bien”, aseguró el crítico de arte y ensayista Rafael Acosta de Arriba a la AP.
“Los artistas cubanos están muy estimulados, pero desde afuera porque en Cuba no hay un mercado de arte doméstico”.
Las regulaciones que rigen el trabajo de estos artistas también contribuyeron a fomentar la situación singular que viven: a finales de los 80 un decreto ley estableció la figura del creador independiente, lo que les permite comercializar sus obras de manera directa.
Así, los artistas tienen la posibilidad de vender sus obras a coleccionistas extranjeros, estadounidenses en particular, sin que estos contravengan el embargo, pues no se trata de un producto estatal.
Con el dinero, una pequeña élite de artistas, pintores, músicos, actores y bailarines fueron comprando casas en barrios residenciales, arreglando espacios para convertirlos en centros culturales o galerías propias y adquiriendo autos. Se les puede reconocer cenando en los mejores restaurantes de la ciudad o llegando con un chofer.
Aunque creadores de otras disciplinas forman parte del fenómeno, es más singular entre los artistas plásticos quienes, en el mundo, suelen pasar apremios económicos.
En la subasta de Sotheby’s de Nueva York, realizada hace dos semanas, las obras de los cubanos residentes en la isla superaron las expectativas: una pieza de Alexandro Arrechea se vendió por 118.000 dólares; tres de un par de artistas que se hacen llamar ‘Los Carpinteros’ por 60.000, y una escultura del colectivo ‘The Merger’ por 50.000.
Kcho, Roberto Fabelo, Manuel Mendive, Rigoberto Mena, Wilfredo Prieto, Glenda León, los hermanos Capote y Esterio Segura son algunos de una lista de por lo menos 50 creadores de primer nivel que venden sus obras en el mercado internacional y otro centenar que, a media carrera, tienen ingresos nada despreciables.
Además, vender en el extranjero les permite a los artistas no pagar aproximadamente el 50% de los impuestos que la ley cubana establece para los ingresos personales.
“Las razones de esta situación se deben en primer lugar a la creación de una economía de doble carril, con un sector conectado al mercado y otro con los remanentes de la economía de comando heredada del período entre 1970 y 1991”, explicó a la AP el economista y analista cubano residente en Estados Unidos Arturo López-Levy.
La explicación económica hace énfasis en la existencia en la isla de dos monedas desde la década del 90: el CUC (peso cubano convertible) cuya tasa de cambio con el dólar es de uno a uno y el peso cubano a 25 por CUC.
Los creadores reciben por sus ventas en el extranjero, el CUC, o su equivalente de dólar. Conectado al mercado y que permite a los artistas adquirir valiosos bienes como casas y autos, el peso cubano en cambio es la moneda que reciben los trabajadores estatales.
Junto con la medicina y la ciencia, el arte y la música son campos en los que Cuba destaca por encima del tamaño de su economía, pero a lo largo de estas décadas y a diferencia de los científicos, las autoridades comenzaron a considerar a los artistas una suerte de embajadores culturales y les concedieron algunos privilegios.
Según López-Levy, el sector artístico “negoció” con el gobierno estos beneficios que “incluyeron facilidades de viaje al exterior, incluyendo en los pagos de los documentos respectivos y los tiempos de estancia; y contrataciones en CUC, posibilidades de adquisición de bienes a través de autorizaciones restringidas (cartas) y otros mecanismos”.
El fenómeno probablemente crecerá con el mejoramiento de las relaciones entre Washington y La Habana, tal como lo anunciaron desde diciembre los presidentes de ambos países.
Una prueba del interés por el arte cubano fue el esperado arribo de por los menos 2.500 estadounidenses a la 12ª Bienal de La Habana que culminó el lunes.
Don Pappalardo, fundador y presidente de Troika, compañía consultora en arte y mercadeo en entretenimiento, del sur de California, quien viajó entusiasmado a la Bienal de Arte, dijo que Cuba “es una de las áreas más vitales para el arte contemporáneo en el mundo de hoy”. (I)