Liturgia tuvo ritmos prehispánicos y la batuta de Juan Carlos Urrutia (Galería y Video)
El Teatro Centro Cívico Eloy Alfaro se convirtió en una especie de iglesia, la noche del martes pasado, en la que no hubo sacerdote, pero el maestro Urrutia ofició una misa como tal, en medio de un colorido despliegue de comparsas que rindieron un homenaje a la música nacional.
Aquí se entrelazaron, a través de la danza y la música, la cosmogonía de un pueblo prehispánico, herencia que aún se mantiene en varias zonas del país y la religiosidad de un pueblo mayormente católico, legado de la conquista.
De esta manera, el director del Coro de la Casa de la Cultura del Guayas, Juan Carlos Urrutia, presentó la Misa Popular Ecuatoriana en la que los actos litúrgicos fueron cantados a ritmo de yaraví, albazo, danzante, sanjuanito, bomba y yumbo, marcando la diferencia de la escrita por el maestro quiteño Claudio Aizaga, que compuso la primera misa nacional pero para orquesta sinfónica y coro.
En la propuesta de Urrutia -compositor, arreglista, pedagogo musical y fundador del coro que dirige desde 1998- los sonidos de la flauta (María Belén Faytong), requinto (Tomás Morán), guitarra (Evelyn Morán), bajo (Samuel Villafuerte), piano (Mabel Aguilera) y percusión (Jorge Vega, Manuel Picón y Javier López) armonizaron la voz del solista invitado Jorge Andrade, quien puso los pelos de punta a los presentes con los matices de su voz en esta comunión musical, ganándose la ovación del público que se puso de pie por más de diez minutos.
Al final de su intervención, varios asistentes se acercaron para felicitarlo y hasta tomarse fotos con este intérprete de 23 años, licenciado en producción musical de la Universidad Espíritu Santo y director coral del colegio Logos.
“Es la primera vez que interpreto música académica ecuatoriana a pesar de que trabajo con música popular y la verdad es que no existen palabras para describir lo que se siente hacerlo sobre un escenario tan importante”, señaló el músico.
Andrade considera que la obra escrita por Urrutia constituye una de las grandes composiciones nunca antes escrita en el país. “La primera vez que la escuché me quedé sin palabras. Fue fascinante y me encantó. Nunca pensé que un día la interpretaría. Fueron dos meses de ensayos, estudios y correcciones hasta lograr el personaje que el maestro Urrutia quería. Vocalmente había partes muy agudas y graves que se me hacía complicado llegar, pero creo que al final todo salió bien”.
Como en toda misa, el acto comenzó con la liturgia de la palabra a través del acto penitencial del ‘Señor, ten piedad’, Kyrie en latín, cantado en yaraví. A este le siguió ‘Gloria’, un albazo que alterna con el danzante; el ‘Credo’, compuesto en sanjuanito combinado con el yumbo; ‘Santo y bendito’, compuesto a base del ritmo bomba, típico de la región del Valle del Chota y finalmente, ‘Cordero de Dios’ en fox incaico.
A esto se sumo la intervención de cuarenta alumnas de los primeros años de ballet de la Unidad de Danza Esperanza Cruz, que con trajes alusivos a la era prehispánica del Ecuador, mostraron sus destrezas en bailes neoclásicos contemporáneos a cargo de la maestra Patricia Moreno.
Los coloridos trajes de las danzantes recrearon ‘La Chakana Incaica’ para dar identidad a la representación musical de la obra, sostiene la catedrática, quien fue la primera graduada de bachiller en arte en danza del país.
Antes de que subieran los coristas y danzantes, se presentaron los coros de las universidades Católica de Guayaquil y Espíritu Santo; el Visum Musicum y el de la Casa de la Cultura, Núcleo del Guayas, con dos temas cada uno, aunque el tema ‘Vasija de barro’ fue el denominador común.