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Las bibliotecas se acercan a los usuarios

Las bibliotecas se acercan a los usuarios
15 de junio de 2015 - 00:00

En la Biblioteca 10 de Helsinki se puede leer en una hamaca, hacer negocios, coser a máquina, bailar, digitalizar formatos como casetes y cintas de VHS, tocar guitarra o echar una siesta. Se puede porque su director, Kari Lämsä, pensó que en la actualidad hay poco espacio para las viejas bibliotecas. “Tenemos que redefinir el papel que desempeñamos. Tenemos que ayudar a la gente, ser amigables, a veces somos demasiado formales y oficiales. Tenemos que decidir junto con ellos qué materiales adquirimos y qué necesitan. No veo la biblioteca como una sala de estar sino como una cocina donde cada uno trae ingredientes y cada día sale un menú distinto”.

Así fue como Lämsä explicó el modelo de su biblioteca durante el seminario Readimagine, organizado por Casa del Lector en Madrid, con el respaldo de la Fundación Bill y Melinda Gates, para abordar proyectos de innovación digital relacionados con la lectura y los libros.

“Teníamos que cambiar la idea de la biblioteca como un espacio pasivo. En lugar de diseñar un espacio para acceder a contenidos, hemos creado un espacio para crear contenidos”, dijo. Y ha logrado resultados: reciben 2 mil usuarios al día en una ciudad con 600 mil habitantes y 36 bibliotecas, la mitad de sus usuarios tienen entre 25 y 35 años. Incluso el Gobierno finlandés abrirá en 2018 la nueva Biblioteca Nacional siguiendo su modelo, tras una inversión de 100 millones de euros.

Otros bibliotecarios visionarios que ya han llevado la teoría a la práctica son la alemana Anja Flicker y Jill Bourne, esta última considerada una de las 100 mujeres más influyentes de Silicon Valley.

Bourne dirige desde 2013 la biblioteca pública de San José, la décima ciudad de EE.UU., y donde se ubica la famosa tecnópolis. En menos de 2 años logró convencer a los políticos para que aumenten los fondos municipales para la institución y a las compañías para que aporten gratis su conocimiento. “El reconocimiento de la biblioteca pública es un reconocimiento del valor del conocimiento. Hay que hacer ver a los políticos que son esenciales”, dijo Bourne, quien logró que en junio de 2014 se aprobase un impuesto sufragado por propietarios inmobiliarios para financiar la biblioteca.

Mientras que la lucha de Anja Flicker al frente de la biblioteca pública de Wuerzburg, Alemania, desde 2010, fue de otra clase. Logró que sus 40 empleados, la mayoría veteranos desinteresados en la cultura digital, afrontasen una inmersión paulatina. “No podíamos dejar a nadie atrás. Ha sido un proceso duro y lento, pero no tiene marcha atrás. Como bibliotecarios hemos de ser capaces de formar a nuestros usuarios en tecnologías y antes había que preparar al equipo”. (I)

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