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El Telégrafo
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Las acrobacias predominaron ante lo clásico

Las acrobacias predominaron ante lo clásico
13 de abril de 2012 - 00:00

Con la pintura de un castillo de fondo y el sonido de la clásica pieza El lago de los cisnes, que escribió Piotr Ilich Chaikovski, el patinador ruso Vitaly Babkin, quien interpreta el papel del príncipe Sigfrido, fue el primero en pisar la pista de hielo especialmente montada en el Teatro Centro de Arte, en el que la noche del miércoles se dieron cita  cientos de asistentes para ver el espectáculo preparado por el Ballet de Moscú.

A media luz el artista hizo su aparición con un deslizamiento de espaldas. Cuando se dio la  vuelta, quedó frente al público, tomó impulso para dar un giro de vuelta y media en el aire, simple, doble y hasta triple, movimientos conocidos en el mundo de la danza como el axel.

Esta destreza solo fue una de las tantas que se mostraron como parte de la obra El lago de los cisnes, que recrearon cerca de 13 patinadores -entre acrobacias riesgosas que proponían al salir a la pista- y con la que se ganaron los aplausos de los presentes.   

Mientras más intensas eran las cargadas que realizaban, más fuertes eran los aplausos que se escuchaban. Más todavía cuando los protagonistas de la obra salían a escena para recrear la historia de amor entre Odette y el príncipe Sigfrido, quien se enfrentó en un duelo con el malvado mago para sacar a su amada del hechizo.

La impresión del público por las acrobacias fue más evidente cuando los demás compañeros aparecieron vestidos con trajes coloridos y empezaron a realizar en pareja demostraciones de movimientos sobre la pista y en el aire.

Una de las escenas más aplaudidas fue cuando uno de los patinadores tomó a su acompañante de una pierna y empezó a girar consecutivamente.

Lo mismo ocurrió cuando dos de sus bailarines, uno interpretaba el personaje del arlequín y la otra a una hada, realizaron sobre el mismo lugar varias volteretas, que simularon a un trompo.

Ambas demostraciones formaron parte de las presentaciones que hicieron de la danza húngara, italiana, rusa y  española, para la que el sonido del taco que suele escucharse en las tablas era reemplazado por el de las cuchillas que raspaban la pista de hielo, que no pasaba de los siete metros de ancho (se utilizaron tres toneladas de hielo y 5.000 litros de agua).

En la segunda parte del espectáculo, con miniaturas clásicas sobre hielo y divertimentos, el Ballet de Moscú atrapó a los asistentes. Vestidos con nuevos trajes los trece patinadores volvieron a formar pareja para realizar una demostración de danza más libre.

Para Jazmín Salavarría, quien acudió acompañada de su familia, una de las actuaciones que logró capturar su atención más intensamente fue cuando una de las parejas, que vestía íntegramente de negro, empezó a manipular unas estructuras metálicas de un cuadro y un rombo, mientras se escuchaba  de fondo la clásica pieza de la película James Bond.

Otra de las presentes, María de los Ángeles Guerrero, quien practicó ballet durante seis años, consideró que faltó una pista más extensa para el desplazamiento que los artistas necesitan. 

“Al parecer esta no estaba totalmente limpia porque tuvieron algunos tropezones, pero el show, la escenografía, el complemento del vestuario y la expresión de sus rostros en  su interpretación estuvieron  bastante definidos. Fue lo más rescatable”.

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