La nueva generación del cine ecuatoriano
Que cuatro cintas ecuatorianas se estrenen durante un mismo año en las salas locales no es algo que ocurra con frecuencia. Se trata de ‘Pescador’, ‘La llamada’, ‘Sin otoño, sin primavera’ y ‘Mejor no hablar de ciertas cosas’, de Sebastián Cordero, David Nieto Wenzell, Iván Mora Manzano y Javier Andrade, que más bien reflejan un crecimiento del cine nacional.
Y aunque no se puede hablar de una industria como la de otros países latinoamericanos (y ni qué pensar en Hollywood que maneja presupuestos millonarios), existe (se quiera o no reconocer) un incremento del 300% durante los últimos cinco años, según Jorge Luis Serrano, director ejecutivo del Consejo Nacional de Cine, la institución encargada de fomentar la casi naciente industria. Y eso tiene que ver porque recién el 18 de octubre de 2006 surgió esta entidad durante el gobierno del expresidente Alfredo Palacio, aunque en 1977 ya se había creado la Asociación de Autores Cinematográficos del Ecuador.
Y hace seis años también nacieron los fondos concursables que convoca a productores, directores, guionistas y otros. Según Serrano, CNCine ha aportado con un promedio de 700 mil dólares anuales. A esto se añade el fondeo de Ibermedia, que hasta la fecha ha entregado al cine ecuatoriano un millón y medio de dólares, a través del Gobierno Nacional que hizo parte de los mecanismos iberoamericanos de integración cultural cinematográfica.
Serrano afirma que desde el 2007 hasta la fecha se han registrado 24 estrenos, 11 de ficción y 13 documentales. Hay 15 proyectos más que están en posproducción, 5 ficciones y 10 documentales. Además 7 proyectos más están en rodaje, algunas ya culminando esta etapa: 6 de ficción y un documental.
Isabel Carrasco, productora de ‘Sin otoño, sin primavera’ sostiene que el 35% del presupuesto para la película provino del CNCine y del programa Ibermedia, premios y auspicio del Ministerio de Cultura. A eso se suma la empresa privada.
“El presupuesto total fue de 618 mil dólares. Recibimos 100 mil que se repartieron en 10 mil para el desarrollo, 60 mil para la producción y 30 mil para la posproducción”, asegura la productora, quien considera que ‘Mi corazón en Yambo’, de Fernanda Restrepo; ‘Ratas, ratones y rateros’, de Sebastián Cordero; ‘Entre Marx y una mujer desnuda’ son tres de los filmes más importantes que se han rodado en el país.
Según Carrasco, lo más difícil de una producción nacional es su distribución. “Aunque tu película sea buena y superior a las que están en la cartelera usual de los cines, hay que competir con todo un aparataje gigantesco de las grandes corporaciones. Hay que desprogramar al público que está acostumbrado a consumir cierto cine que le viene en lata.
Creo que el cine hecho en Ecuador tiene cosas interesantes. Gana premios en el extranjero, ha conseguido distribución internacional. Pasan muchas cosas que no se analizan, ni se difunden como se debería”, dice.
Sostiene que en Ecuador se necesita toda una campaña de publicidad y mercadeo para que la gente entre al cine, a través de herramientas que se utilizan en el cine comercial. Y eso va porque algunos críticos desestiman a las producciones ecuatorianas porque, según ellos, no son cine arte.
Arturo Yépez, también productor de ‘Sin otoño, sin primavera’, cree que “a la empresa privada aún le cuesta ver al cine nacional como un medio en el que pueden publicitar sus marcas”.
Por esa razón hay muchas producciones que llevan años gestándose, al punto que en este mismo año en que se estrenan puede apreciarse que un mismo actor aparece en distintas películas, tal como ocurre con Andrés Crespo o Alejandro Fajardo, presentes en ‘Pescador’, ‘Sin otoño, sin primavera’ y ‘Mejor no hablar de ciertas cosas’.
María de los Ángeles Palacios, productora de ‘Mejor no hablar de ciertas cosas’ indica que el presupuesto total fue de 600 mil dólares y que en 2007 cuando empezó a gestarse el proyecto recibieron 60 mil del CNCine que sirvieron para financiar la preproducción de la cinta. Como se rodó en Manabí, se pidió el auspicio de la prefectura de esa provincia y del Municipio de Manta. A eso se le suman otros ingresos por premios, entre ellos, uno al mérito cultural en Cuba.
Paúl Venegas, productor de ‘La llamada’, revela que para este largometraje -con coproducción argentina- se invirtieron 520 mil dólares para el desarrollo, guion, distribución y estreno. Los primeros 30 mil los recibieron del Ministerio de Cultura en 2008, luego 60 mil del CNCine, entre el 2009 y 2010. En este último año consiguieron 80 mil a través de Ibermedia.
Alejandra Álvarez, jefa de operaciones de la cadena exhibidora Ocho y Medio, indica que para ‘Sin otoño, sin primavera’ y ‘La llamada’ se registra una asistencia del 50% de las salas, que son pequeñas. Una tiene capacidad para 120 personas y otra para 32.
Según ella, el primero de estos filmes ha tenido más acogida. Asegura que Ocho y Medio le da más espacio a las cintas nacionales cuando salen de la cartelera en las cadenas de cine comercial. Oficialmente el cine ecuatoriano nació hace 92 años con el estreno de ‘El tesoro de Atahualpa’, del guayaquileño Augusto San Miguel.
Y aunque surgió en Guayaquil, experimentó con coproducciones ecuatoriano-mexicanas en la década del 60 y tras algunos altibajos, el cine nacional se trasladó a Quito en los 70. Allí surgió una nueva generación de directores locales.
Para algunos críticos el cine ecuatoriano tuvo un antes y un después con el realizador Camilo Luzuriaga, actual director de Incine por la internacionalización que significó ‘La Tigra’ en 1990, basada en la novela de José de la Cuadra. Sin embargo, el mismo Luzuriaga cree que más bien el despegue fue con Ratas, ratones y rateros’, de Sebastián Cordero, y ‘Sueños en la Mitad del Mundo’, de Carlos Naranjo, que casi simultáneamente se estrenaron en diciembre de 1999.
En la última década han pasado por la pantalla grande producciones como ‘Alegría de una vez’ (2002, de Mateo Herrera), ‘Cara o cruz’ (2003, de Luzuriaga), ‘Un titán en el ring’ (del mismo 2003, de Viviana Cordero), ‘Crónicas’ (2004, de su hermano Sebastián, considerada como la más cara de la historia por sus 3 millones de dólares de inversión), ‘Esas son penas’ (2006, Anahí Hoeneisen y Daniel Andrade), ‘Qué tan lejos’ (2007, de Tania Hermida), ‘Cuando me toque a mí’ (2007, de Víctor Arregui), ‘Retazos de vida’ (2008, Viviana Cordero), ‘En el nombre de la hija’ (2011, Tania Hermida), ‘Prometeo deportado’ (2011, Fernando Mieles) y otras.
Las tramas de esos filmes son variadas, aunque dos de las cuatro de este año (‘Sin otoño, sin primavera’ y ‘Mejor no hablar de ciertas cosas’ enfocan más la realidad de la juventud ecuatoriana. “Antes se estrenaba una película en un año y debían pasar varios años para esperar otra cinta. Ahora todos los años hay un estreno como mínimo”, resume Luzuriaga ante una frecuencia de películas con las que “empieza a hablarse sobre cine más seguido”, tal como dijo el actor Andrés Crespo durante la presentación de ‘Sin otoño, sin primavera’.