Aunque César Augusto Montalvo Malo empezó su tránsito por la música hace cinco décadas, él no fue el primero de la familia en cultivar este arte como parte de su vida. Más bien heredó la pasión de su padre y sus tíos los Montalvo Ochoa, oriundos de Azogues, provincia del Cañar.

Cuenta César Augusto, como artísticamente se dio a conocer en la década del 60, que su padre Juan, un hombre vinculado a la jurisprudencia, tocaba el piano; mientras que sus tíos Ricardo y Alberto eran hábiles con el acordeón y la guitarra.

“Era inevitable agarrarle el gustito a la música, aunque nadie me lo impuso. Es más, todos en su momento se vincularon a esta actividad sin necesidad de que alguien se los pidiera”, recuerda el cantante, arquitecto, pintor y escultor, sentado en la sala de su departamento en el centro de la ciudad, en el que sobresalen un teclado Yamaha, una guitarra acústica, unos bongós y varios cuadros que reposan en los pasillos que conducen a su oficina.

César Augusto, de 65 años, recuerda que medio siglo atrás, cuando aún era un adolescente, acudió a un concurso de talentos en radio CRE y quedó segundo, mientras empezaba la moda de la nueva ola de músicos mexicanos como Enrique Guzmán, César Costa, Alberto Vásquez o los argentinos Leo Dan, Sandro, Leonardo Favio y otros.

“Aunque ellos eran la versión en español de los rocanroleros estadounidenses, tenían muchas baladas. Era la década del 60 cuando yo integraba Los Picapiedras, un grupo en el que también tocaban Gustavo Pacheco y Eduardo Salvador”, dice César Augusto, cuya influencia alcanzó a sus hermanos Ramiro (Capoto), María de los Ángeles (mejor conocida como Cachita), su primo Omar Montalvo Landín y otros.

Durante su trayectoria artística, César Augusto ha vivido muchas anécdotas. Una de las que más recuerda ocurrió en 1969 durante una de las tantas visitas que hacía Alberto Vásquez. “Yo fui como invitado al teatro Nueve de Octubre donde él se presentaba. Alberto Vásquez demoraba, no llegaba al teatro y el público empezaba a impacientarse. De repente Lucho Gálvez, quien era el animador del evento, me vio y me pidió que cantara ‘¿Dónde estás?’, que era muy conocida en la época. Canté hasta que apareció Alberto. Su mánager me vio y luego me contrató”, relata  César Augusto, quien domina la guitarra y el piano.

Ramiro o “Capoto”, como la familia y allegados lo conocen, se inició a los 15 años con César Augusto, aunque ya había aprendido a tocar la guitarra cuatro años antes. Es uno de los músicos más completos de la familia, el otro es su sobrino Danilo Parra Montalvo. “Capoto”, uno de los fundadores del grupo Marfil en la década del 70 y dueño desde hace 20 años del estudio Capo Records, toca la guitarra, el teclado, flauta, violín, armónica, el saxo y el bajo, instrumento que él considera como su fuerte.

“Cuando tenía 15 años acompañé a mi hermano a Canal 4 (hoy RTS) y luego integré Los Dinámicos y La Producción. A ese grupo lo llevé a mi primo Omar como tecladista”, refiere “Capoto”, quien se convirtió en cristiano hace 15 años y ejerce como pastor evangélico desde hace nueve de los 58 años que tiene.

Su hijo Juan David, de 34, es baterista y gerente de Capo Records. También tocan Diana y Daniela, las hijas menores de Capoto, quien en sus inicios se dejó seducir por el latin jazz. Todos ellos se dedican a la música cristiana. Al igual que César Augusto, “Capoto” es arquitecto. Ejerce la profesión desde hace 32 años.

Omar Montalvo Landín recuerda su paso por La Producción. Empezó a los 12 con el piano que su papá Alberto Montalvo Ochoa había comprado. Simultáneamente aprendió a tocar la guitarra y a los 14 años ya tocaba la batería en un grupo de la iglesia llamada La Concepción (Bolivia y Guaranda), que era impulsada por el sacerdote canadiense Francisco Brown. “No hacíamos música religiosa.

Se escuchaba a Santana y otros artistas. El padre nos permitía simplemente expresarnos”, sostiene Omar, quien trasmitió indirectamente su pasión a sus hijos Omar Jr. y Alejandro, quienes tocan con él en el proyecto Señor Bolero desde hace 6 años. Omar Montalvo Flores, de 32 años, es bajista y productor musical de Nikki Mackliff. De hecho, tiene un estudio de grabación en su residencia en Puerto Azul; mientras que Alejandro es baterista, pero se dedica más a la construcción. Ambos se vincularon a la música desde que tenían 9 años de edad.

Cachita es cantante y prefiere mantenerse con perfil bajo. Más bien sus hijos José Daniel, Danilo y LaVivi Parra son quienes han ganado notoriedad para el público más contemporáneo. Adriana, la hermana de ellos, también canta, pero no profesionalmente. Todos heredaron la corriente de Cachita y Pepe Parra, el padre del clan, quien fue integrante del grupo Los Dragones.

Cuenta LaVivi, quien combina sus actividades artísticas con la Psicología -su carrera alterna-, que empezó a los 6 años de edad. “En casa nunca faltaron las guitarreadas. Mi mami cantaba y muchos dicen que tiene un timbre de voz parecido al de Ana Gabriel. A los 12 años ya tocaba la guitarra, pues empecé con la voz, que es mi instrumento principal. Cantaba en los coros del colegio y luego me capacité a los 18 en el conservatorio Rimsky Korsakov. Lo hice a esa edad porque mi voz ya estaba definida. No es tan recomendable en la niñez porque la voz cambia”, explica

LaVivi con un mandil blanco en uno de los pasillos del Hospital Naval, donde labora desde las nueve de la mañana hasta la una de la tarde, entonces asume el rol de madre de sus mellizos de 7 años. LaVivi fue corista de su hermano Danilo cuando ella tenía 18 años. Lo hizo durante tres años hasta que se convirtió en solista.

Danilo empezó con la batería, pero también domina la guitarra y los teclados. En la banda Salsa con Altura, de su hermano José Daniel, fue percusionista. De ellos, Danilo estudió una carrera relacionada con el arte (Music & Business) en Estados Unidos, mientras que José Daniel, quien es bajista y cantante, estudió Publicidad. Consideran que es importante tener una profesión alterna, aunque la música los acompañe desde sus ancestros.