En Guayaquil existen varias opciones para que la gente farrera se divierta. Una de ellas es el bar La Taberna, ubicado en el escalón 37 del cerro Santa Ana.

Su dueño, Manuel Vélez Linares, cuenta que el bar fue abierto al público por primera vez en 1984, como idea de un negocio familiar, el cual en un comienzo se caracterizaba por vender chuletas asadas, piqueos y cerveza. “Por eso el bar en llevaba el nombre de ‘Gran chuleta’. Fue el germen que originó La Taberna”, relata su propietario.

Vélez explica que con la regeneración urbana del 2001, el bar cambió su nombre al que tiene actualmente y amplió su infraestructura para mayor comodidad. “Aquí vienen personas que gustan de pasar un buen momento con los amigos o sus parejas. Además de quienes se deleitan de la música bohemia y los buenos tragos”, señala.

Su ambiente es muy peculiar, pues desde que se va entrando se puede observar fotos del Guayaquil de antaño y su evolución en todas las áreas turísticas. Además de una gran colección de artículos antiguos como cámaras fotográficas que se utilizaban en el parque Seminario, discos de acetato, entre otros, que hacen volver en el tiempo a quienes visitan sus instalaciones.

Ser buen guayaquileño es importante para Manuel, quien es el tataranieto del fundador de la casa de dos pisos. “En La Taberna se recuerda mucho la música del Ruiseñor de América”, manifiesta.

El ídolo del fútbol ecuatoriano, Barcelona, está muy presente en cada rincón del bar, pues tiene un extenso mural con recortes de periódicos con las publicaciones de las 13 coronas conseguidas por el equipo torero y las dos Copas Libertadores.

La temática del bar es muy retro, echándole una mirada al crecimiento del Puerto Principal. La Taberna ha sido sede de grandes e importantes personalidades del ámbito musical, político y deportivo, comenta Vélez, quien agrega que entre sus invitados ha estado Mirella Cesa, el canciller Ricardo Patiño, la flaca María Teresa Guerrero, José Francisco Cevallos y el cómico David Reinoso, entre otros.

Asimismo, cuenta como anécdota que su bar ha sido locación para la filmación de varias escenas de películas destacadas en el país; una de ellas fue ‘Retazos de vida’, menciona.

Su bar parece una casa de antigüedades, pues tiene a su haber una colección de máquinas de coser, marca Singer, del siglo pasado; planchas que se calentaban a carbón, entre otras reliquias que, indica, siempre las ha tenido en su casa solamente que las ha bajado para que armonicen con el ambiente del bar.

La Taberna es un bar netamente ‘antiguo’, dice su dueño. Pero aclara que a su vez tiene muchos contrastes modernos para las personas más jóvenes que lo disfrutan. “En el bar el cliente siempre tiene la razón, lo hacemos sentir como en casa. Le ponemos la música que nos pidan desde un pop, rock clásico hasta música de los años 60, 70”, refiere.

Por su parte, menciona que el seco de borrego y la chuleta, siguen siendo las especialidades de la casa. Brindarle al turista la mejor alternativa de despejar la mente de sus actividades cotidianas ha sido y es su objetivo en el bar, pues argumenta que le gusta lo que hace, y no solo está por el dinero.  

Atiende él mismo su negocio junto a sus familiares y amigos y explica que el éxito de su bar está en que no le pone peros a nada. “En ciertas ocasiones les pido a mis clientes que ellos mismos se sirvan la cerveza o cojan tal cosa, les doy esa confianza de que se sientan cómodos y seguros de disfrutar en un bar”, acota.

La cerveza hay para todos los gustos y bolsillos (desde $ 1,20 hasta $ 2) y de $2,50 a $ 5 tragos como tequila, vodka y whisky.

Las paredes del local están decoradas con cajas de cigarrillos, discos de acetato, camisetas de Barcelona, recortes de varios periódicos del país, publicaciones antiguas de JJ, que las tiene enmarcadas dentro y fuera del bar, además de una pantalla LED donde se proyectan vídeos musicales.