Desde la muerte de Prince, el pasado 21 de abril por una sobredosis accidental de fentanilo, Paisley Park, su vivienda en Chanhassen, Minnesota, se ha remodelado para su apertura a visitas públicas.

En el proceso, los trabajadores que investigaron sus habitaciones encontraron desde trajes vintage (incluido el que usó en el show de entretiempo del Super Bowl en 2007), un libro de casi 50 páginas escritas a mano con letras, hasta un cuarto secreto en el que escondía fotos inéditas.

Más sorprendentes son las directivas detalladas que dejó Prince para transformar Paisley Park en un museo después de su muerte. Por ejemplo, una línea de tiempo montada en la pared con toda su vida a lo largo de los noventa, y mensajes que envió a sus amigos especificando cómo quería que se recorriera la propiedad. “Estamos viendo e-mails que mandó 4 meses antes de morir y dicen cómo quería que fuera. No estaba anticipando nada. Pero siempre quiso que sus fans vinieran acá. Nos dejó una gran hoja de ruta”, indicó la fuente.

El museo es lo único claro que dejó Prince. Su herencia se está dividiendo entre los herederos, cargas fiscales y preguntas acerca de quién debería tener poder de decisión a la hora de manejar su legado. (I)