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El Telégrafo
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La fama es uno de los ejes de ‘To Rome with love’

La fama es uno de los ejes de ‘To Rome with love’
27 de octubre de 2012 - 00:00

A sus 76 años, con más de 40 largometrajes a sus espaldas (solo como director) y un buen puñado de premios, Woody Allen es -además de un trabajador incansable- uno de los autores más conocidos, respetados y admirados del planeta.

Es fuente de inspiración para numerosos cineastas que han intentado, con mayor o menor éxito, imitar su especial enfoque tragicómico al retratar al ser humano y las relaciones amorosas.

Pero Allen no es de los que necesitan complacer a la audiencia, hace las películas que él desea y eso acrecienta su fama. Precisamente, la fama es uno de los ejes principales de su nueva película: ‘To Rome with love’ (‘A Roma con amor’ para Latinoamérica).

Ahí, en las cuatro historias en las que se divide ‘A Roma con amor’ se habla del éxito, las facilidades, los lujos y el atractivo que asociamos a las celebridades. Dejando a un lado Roma, una ciudad mágica, cautivadora, idealizada -como el París de su anterior trabajo o el Nueva York de ‘Manhattan’ (1979)-, el otro asunto que proporciona diversidad de puntos de vista es el amor. En cada uno de los relatos se reflejan diferentes maneras de entenderlo y de ponerlo en práctica, no siempre con el propósito de hacer reír.

Quizá por la presencia de Penélope Cruz -asociada al mal recuerdo de ‘Vicky Cristina Barcelona’- o por lo improbable de lograr otro éxito como ‘Midnight in Paris’ -que convenció incluso a detractores de Allen, ansiosos por encontrar un motivo que les devuelva a su cómoda postura-, pero también por la edad del realizador -al que muchos se empeñan en considerar agotado-, existía el temor de que ‘A Roma con amor’ estuviese en la línea de sus trabajos menos inspirados.

Las primeras críticas no fueron benévolas y se extendió el prejuicio de que el filme era poco menos que una excusa del director para disfrutar de vacaciones pagadas.

Nada más lejos de la realidad. Es bien sabido que Allen necesita mantener el control creativo de sus películas y que debe ajustarse a presupuestos limitados por lo que su “ruta turística” por Europa tiene un sentido práctico. Es el mejor modo que ha encontrado para seguir plasmando en pantalla esas historias que gustan a muchos.

‘A Roma con amor’ es uno de esos trabajos con pocas pretensiones que cumplen su objetivo, lo que en el caso de Allen no se limita simplemente a ofrecer un simple entretenimiento -como la inmensa mayoría de estrenos-, hay también belleza, sensibilidad y reflexiones agudas sobre la vida.

Hay tres ideas destacables. La primera es el viaje introspectivo del personaje de Alec Baldwin, tratando de impedir que su joven alter ego (Jesse Eisenberg) cometa un error cayendo en los brazos de la actriz neurótica (Ellen Page).

Ese es un recurso habitual del realizador y lo maneja con maestría -véase ‘Annie Hall’ (1977)-. La segunda es el absurdo circo mediático que se crea en torno al don nadie interpretado por Roberto Benigni -cuyo chofer expone la opinión de Allen sobre la fama-.

Y la tercera, la delirante representación que organiza ese jubilado adelantado a su tiempo (Allen, retomando en cierto modo el papel de Danny Rose) para aprovechar la fantástica voz de su consuegro (Fabio Armiliato).

El filme ofrece buenas interpretaciones, hermosas postales de Roma, ácidos comentarios sobre la fama y el amor, cómicos enredos y diálogos hilarantes. (Tomado de www.blogdecine.com)

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