Mientras la voz de la cantante guayaquileña Paola Navarrete hipnotizaba con sus temas al público, al mismo tiempo, las bandas Da Pawn, y Los Petitfellas alistaban sus instrumentos para salir al escenario.  

Los asistentes, ansiosos por escuchar nuevas propuestas musicales  cantaban y bailaban al ritmo de casi todas las canciones, sin importarles la llovizna que caía en la Pradera Megaplaza de Quito. Entre los ritmos hubo desde el rock, funk, jazz, rap y varias fusiones experimentales.   

La escena ocurrió el sábado 11 de marzo en el Festival Impulsar, evento realizado en la capital, donde se expuso el crecimiento de la música independiente del país y la región, pues vinieron artistas de Colombia, Perú y Chile.

El término ‘independiente’ en la música es complejo. No define al género que se interpreta, simplemente el modo en que el arte es concebido, y promocionado, según sus exponentes. Pero es válido para diferenciarlo del mainstream o corriente principal, que es la música elaborada con el respaldo de las disqueras mundiales, y difundidas a los medios de comunicación de manera masiva. Por eso también se la conoce como indie.

En el Festival Impulsar también se presentaron Polvo, Cementerio Inocentes (Perú), Dulce y Agraz, (Chile), Árbol de Ojos (Colombia), y La Máquina Camaleón. Todos son parte de una escena alterna, que se desarrolla de manera paralela en la industria formal.

El crecimiento de esta escena ha sido diferente en la región, y no es algo tan nuevo. Steven Sierra, mánager de la banda colombiana Los Petitfellas, afirma que la música independiente de su país goza de aceptación. Resalta los casos de bandas como Monsieur Periné, y Bomba Estéreo en la última década. Y que esta última, -debido a su éxito-, pasó del indie al mainstream, al firmar con la disquera Sony en 2015. “Digamos que ellos abrieron la brecha para que la industria tuviera una evolución”, señala.

Sierra define a lo indie como una escena alterna a la tradicional, porque “va desde la concepción de la música, y al modelo de negocio que decide el artista, en la libertad y distribución de su propuesta”.

El representante añade que su desarrollo también depende de su difusión. Y mencionados dos factores importantes: festivales, y las plataformas digitales.

“Los festivales son una oportunidad. La clave es educar a las generaciones jóvenes que están en la era digital y que buscan nuevas opciones de música”.

En ese sentido, destaca que las plataformas, como YouTube y las redes sociales, han ayudado a la difusión de las bandas, porque son una manera directa de llegar al consumidor. “El internet da opciones. La radio convencional ya dejó de ser la única vía hace tiempo”.

Con su agrupación Los Petitfellas, la distribución de su música radica en las plataformas, y la venta directa de sus discos. “Si en el futuro viene una disquera, esta tomará el trabajo que se ha hecho, mientras tanto seguimos trabajando”.

En Perú, la escena alternativa también tiene una década, esto gracias a los festivales y al auspicio de empresas. Así lo explica Rodolfo Cáceres, gerente de la agencia Capitán Simio, que maneja a bandas indie de su país. “Hay mucho crecimiento, y las marcas también han ayudado ”.

Expuso el caso de la agrupación We the Lion, que salió en un comercial de televisión de una compañía telefónica en 2016, con su tema  ‘Found Love’, y gracias a esa publicidad pasó a otros circuitos como sonar en las radios, y presentaron su primer álbum Violet.

“Las marcas también buscan segmentar sus nichos al auspiciar a las bandas emergentes, porque reconocen que tienen su público”, asegura Cáceres, quien también resalta el trabajo de otros grupos como ‘Kanaku y el Tigre’, ‘Turista’ y ‘Cementerio Inocentes’.

Las bandas indie en Ecuador también tienen su nicho.  Sin embargo, parece ser la regla de la industria.  “En el país, todos son independientes”, considera Ivis Flies, productor musical ecuatoriano. Explica que si bien hay géneros que son un poco más difundidos, como el pop, que se podrían considerar el ‘mainstream’, el resto son independientes porque no hay disqueras.  

No obstante, sostiene que esta situación ha beneficiado la creatividad en los músicos locales, porque hay un buen nivel de producción,  y que está llamando la atención del mundo. Entre ellos destaca a Mateo Kingman, Nicola Cruz, Tripulación de Osos y otros.

Para Flies, el mantenimiento de la escena dependerá del profesionalismo.  “El arte es la base, pero la industria es la estructura”.

Con ello coincide Enrique Vela, productor y músico quiteño de la banda Uno, de pop electrónico. “Lo que necesitamos son espacios para tocar, con la adecuación respectiva”.

En Chile, el surgimiento del género indie, también tiene más de una década. Nicolás Benavente, director de Hype Producciones, recordó  que la escena inició cuando  las bandas quisieron tener la libertad de lanzar sus propios discos. “Gracias a la tecnología de grabar en casa, ese fue un punto de inflexión importante”.

Benavente sostiene que los públicos también se desacostumbraron a consumir la música en formatos tradicionales.  

Sobre la etiqueta de los géneros, observa que las bandas chilenas prefieren no colocar un nombre oficial, sino más bien ironizan con los encasillamientos.

Por eso, bandas chilenas como Niño Cohete describen a su música como pop silvestre, y otros la llaman pop de autor.

Así, más allá de un encasillamiento, la música indie en la región continúa en la ruta, ya no tan ‘cuesta arriba’ como en sus inicios,   y con una ‘audiencia de culto’ que consume estas  alternativas, en una industria que crece a pasos diferentes a los mainstream convencionales, y que los mira con cierta preocupación y admiración. (I)